Orlando Delgado Selley
La jornada comicial del
domingo pasado no logró culminar definitivamente el proceso electoral.
El cúmulo de irregularidades vividas durante el tiempo de campañas, la
desmesura de los recursos utilizados por el otrora partido oficial, la
obvia desviación de las encuestas
profesionalesy, por supuesto, el respaldo del duopolio televisivo al candidato del PRI, construyeron un proceso que sólo podía resolverse si hubiese habido un respaldo gigantesco al candidato del movimiento progresista. El proceso será impugnado, lo que hace relativamente incierto su desenlace.
Las razones de fondo de esta derrota estratégica no están en una mala campaña, ni en una candidata plana, sino en el desempeño de los gobiernos panistas. La administración foxista desperdició un auge mundial provocado por la expansión china, que favoreció significativamente a los productores de bienes comerciables globalmente, terminando su sexenio con un mediocre crecimiento promedio anual del PIB de 2.27 por ciento. Calderón, atado a la ortodoxia monetaria, llevó a que la economía nacional tuviera una contracción de 6.2 por ciento en 2009, en condiciones en las que países como Brasil lograron casi evitar la recesión. De este modo, en su sexenio habrá habido un crecimiento promedio anual de sólo 1.8 por ciento.
En materia laboral, el pretendido
presidente del empleodeja un saldo lamentable. Su sexenio bien puede calificarse como el del desempleo y la precarización del trabajo asalariado. Los asegurados permanentes en el IMSS en lo que va del sexenio apenas aumentaron a un ritmo anual de 400 mil empleos, en tanto que la fuerza de trabajo crece tres veces más rápidamente, de modo que anualmente ingresaron al desempleo o subempleo, o migraron pese a las crecientes dificultades, 800 mil mexicanos.
En materia fiscal, la pretensión de lograr el equilibrio no
fue conseguida. Por el contrario, pasamos de un balance presupuestario
en 2006 de 0.1 por ciento del PIB a un déficit de 2.5. Los ingresos
presupuestarios aumentaron sólo un punto del producto, mientras el gasto
corriente pasó de 21.7 por ciento del PIB en 2006 a 25.3 en 2011. La
deuda pública prácticamente se duplicó en el sexenio que está por
concluir. En 2006 la llamada deuda económica amplia neta era equivalente
a 15.8 por ciento del PIB y cinco años después llegó al 30.3.
En materia de inflación entre 2006 y 2011 los precios al consumidor
crecieron 29.11 por ciento, lo que da cuenta de un incremento promedio
anual de 4.85. Los salarios mínimos y contractuales, por su parte,
crecieron nominalmente 33.73 y 28.61 por ciento en el sexenio,
respectivamente. Así las cosas en estos seis años los cientos de miles
de trabajadores con salarios establecidos a través de negociaciones
contractuales vieron decrecer ligeramente su ingreso en términos reales
(0.45 por ciento), en tanto los salarios mínimos se incrementaron en
términos reales 4.62 por ciento, lo que significa un pírrico aumento
anual de 0.77 por ciento.
El recuento económico de un sexenio lamentable es, sin embargo,
insuficiente. Este presidente será recordado como el que involucró a la
nación en una guerra en la que pretendidamente recuperaríamos el control
de la Nación. Guerra que ha provocado que la inseguridad en muchos
lugares del territorio nacional haya aumentado a niveles insoportables,
castigando a millones de mexicanos.
Un saldo positivo queda claro a estas alturas del proceso electoral:
el movimiento #Yo soy 132. No sólo porque su aparición cambió
significativamente la calidad de la contienda electoral, sino porque su
permanencia podría provocar una renovación trascendente de la vida
nacional.
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