Democracia fallida, última llamada*
esde que al PRI se le acabó la hegemonía y el uso libérrimo de
recursos, y tuvo que enfrentar su primera oposición seria, México ha sido
testigo y víctima de una deslumbrante exhibición de habilidades: para encumbrar
a Salinas recurrió a la caída del sistema y la quema de boletas; con Zedillo, al
multimillonario saqueo de Nafinsa vía uniones de crédito y empresas fantasmas
(sepultando todo en la debacle del 95 y el Fobaproa); con Labastida, al
Pemexgate, y ni así.
Los alternantes hicieron lo propio, Fox en Guanajuato, falseando programas de
ayuda(especialmente al campo) y con sus
amigos; Calderón colando a su cuñado como operador del cómputo electrónico del IFE y, claro, impidiendo el conteo de votos.
Eso sí, cada elección fraudulenta desemboca en una nueva reforma electoral,
la más reciente en 2007, siempre trampeadas, siempre incompletas. ¿Cuántas veces
tendremos que oír
es ilegítimo, pero no ilegal,
contraviene la Constitución, pero la ley lo permite? Qué cinismo.
¿Para qué entonces gastamos los mexicanos decenas de miles de millones de
pesos cada sexenio en subsidios, mecanismos e instituciones que no son capaces
de garantizar elecciones limpias, ni evitar el voto-miseria, ni que el dinero
determine quién gana? ¿Para qué acotar la intervención insidiosa de medios
electrónicos (y ahora encuestadoras) si lo hacen con la mayor impunidad y
muertos de risa? ¿Para qué establecer topes al gasto de las campañas si los
partidos y candidatos los pueden exceder dos, cinco, diez veces y no pasa
nada?
Hoy todo ese trastocamiento, abuso e inequidad están a la vista y todo ese
dinero excedente ahí está exhibido, y su origen es ilegal, sea que provenga de
las tesorerías estatales, del desvío de recursos federales, de aportaciones
privadas mayores a lo permitido, del extranjero o del crimen organizado.
Quien excedió los topes establecidos debe ser descalificado por principio e
investigado el origen de los fondos para deslindar responsabilidades
penales.
Como en el deporte, hay que descalificar al tramposo y reponer la elección;
esto es hoy un imperativo ético, de respeto a la sociedad, por la paz, la salud
pública y la dignidad nacional.
David Márquez Ayala
*Extracto de "El Correo Ilustrado"
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