Bernardo Barranco V.
El sueño de diversas generaciones de políticos mexiquenses se ha
cumplido; un miembro de la familia y actor político oriundo de Atlacomulco
conquista la Presidencia y consuma una obsesión: el regreso del PRI a Los Pinos.
Después de la jornada electoral y la notable debacle del PAN, vivimos un momento
de desorden porque un montón de referentes están cambiando; dichos cambios se
confirmarán conforme los asiente el tiempo y los tribunales electorales dicten
sentencias definitivas. Hay sentimientos de relativo caos, ya que más de 65 por
ciento de la clase política en el país está mudando con la elección de 2012 que,
como sabemos, no sólo fue presidencial, sino de manera simultánea en 15
entidades del país. De los resultados federales y generales del nuevo mapa
político del país, los analistas fijan su mirada ahora en las realidades
regionales cuyas dinámicas son tan diferentes como los resultados
contradictorios y hasta de contrastes. Alternancia en Tabasco, Jalisco, Morelos
y Chiapas, por ejemplo, y por otro lado, carro completo en el DF y el estado de
México.
Sin embargo, el resultado de la jornada electoral del 1º de julio ha
despertado temores y desasosiegos, pues se teme una eventual restauración y
regresión política en México. Recordemos que la Restauración de mediados del
siglo XIX fueron diferentes movimientos conservadores para reimplantar el viejo
sistema de dinastías monárquicas en Europa, la nostalgia, pues, por el
ancien régime como reacción al mundo tumultuoso que provocó la
Revolución Francesa. Existen, en muchos, muchas alarmas por el peligro de una
potencial regresión que destruya ciertos progresos en la vida democrática de la
República. ¿Habrá un regreso al universo autoritario, corrupto y excluyente del
viejo PRI? Los
sesudosanalistas como Jorge Castañeda refutan tal tesis, argumentando que el México contemporáneo ha cambiado de tal forma que sería muy difícil una notoria regresión; hay actualmente un mosaico de nuevas realidades de pesos y contrapesos que frenarían un amenazante retroceso; además, la actual composición plural del Poder Legislativo frenaría tal pretensión.
Los riesgos ahí están, no se pueden ocultar, como tampoco las tentaciones de
actores cuyo ADN es profundamente antidemocrático y autoritario, pese a las
leyes de los equilibrios democráticos que México ha transitado. Las
posibilidades de regresión no son especulaciones ociosas. En muchas entidades de
la República se ha venido operando, o en otros estados de plano jamás
transitaron en busca de modelos más participativos y democráticos, como en el
estado de México, donde el PRI ha gobernado de manera ininterrumpida durante
ocho décadas. No son pocos los que temen que su regreso a Los Pinos se convierta
en la restauración del autoritarismo y en el retorno del presidencialismo
absolutista que prevaleció durante el siglo XX. Sin embargo, la experiencia
política de Enrique Peña Nieto es un sistema de poder más cercano al viejo PRI
que a los cambios democráticos que el país requiere. El motor del mundo político
de Peña Nieto se basa en el sistema de lealtades. La política de la entidad se
centraliza en Toluca, centro del gran poder mexiquense, alimentada por prácticas
y principios que creíamos fosilizados. Hoy se están repitiendo en otros estados
por otros gobernadores que también se hacen llamar
nuevo PRI.
El sistema político mexiquense funciona a la perfección cuando convierte con
prebendas a los ciudadanos en súbditos, sometiendo los medios de comunicación
mediante gratificaciones abiertas o subterráneas. El sistema gira en torno a la
distribución del enorme presupuesto y el gobernador se convierte en el eje de
decisión final; de ahí emana su inmenso poder. Las estructuras de gobierno son
maquinarias aceitadas y disciplinadas; una burocracia tipo bonapartista que
somete a los demás órdenes de gobierno, principalmente el sistema legal, a los
intereses del Ejecutivo, garantizando así impunidad a las prácticas de
corrupción y coacción social.
El modelo mexiquense culmina con el dominio del órgano electoral como un
territorio colonizado. En tiempos electorales el gobierno deja sus funciones de
Estado para convertirse en la maquinaria electoral más experimentada del país.
Ahí está el caso sonado del video que capta in fraganti al funcionario
José Bernardo García Cisneros, ex director general y ex consejero electoral del
IEEM y presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje del Valle de Toluca,
también a Luis Enrique Martínez Ventura, presidente municipal de Valle de Chalco
Solidaridad, orquestando apoyos sociales del gobierno a cambio de votos. ¿Y que
pasó con ambos funcionarios? Fueron exonerados.
Las oposiciones tanto del PAN como del PRD son igualmente parte de dicho
modelo. Han consentido y validado prácticas torcidas basadas en la simulación.
Es común en los dichos de la entidad afirmar la cooptación de una oposición
complaciente que hacia finales de los noventa tuvo la oportunidad desperdiciada
de democratizar el estado de México. La compra y coacción de votos no se da
solamente entre la población necesitada. Arturo Montiel montó una operación con
casi toda una bancada panista durante su mandato como gobernador. Utilizó la
teoría del caos, consumando la degradación del orden y el desorden como ente
organizador.
Peña requiere reinventarse. Su experiencia política, en especial como
gobernante, ha ido a contramano de los titubeantes y jaloneados avances
democráticos del país. No basta la
alternancia en la alternanciaen el poder, sino la
alternancia con alternativas; ése es el gran reto. Si bien México no es Atlacomulco, el inexistente llamado grupo Atlacomulco ha guardado una memoria de poder ininterrumpido, goza de extraordinaria experiencia política, incalculable capacidad financiera y está pletórico de leyendas negras; ahora acaricia la culminación de uno de los más grandes sueños: alcanzar la silla presidencial.
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