
Peña, Coldwell y Beltrones. Decisiones tardías.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
El
mexiquense Enrique Peña Nieto llegó al segundo debate presidencial
atribulado por los problemas que han erosionado su campaña en las
últimas semanas. Su popularidad se ha visto afectada no sólo por la
oleada juvenil del movimiento #YoSoy132, sino por los problemas que
envuelven a su propio partido por los presuntos vínculos de dos
exgobernadores con el narcotráfico. Y aun cuando la cúpula priista
acordó mantener unido al partido, algunos personajes de su entorno le
están resultando muy incómodos.
El candidato del PRI-PVEM
Enrique Peña Nieto, que el 6 de mayo último tenía una holgada ventaja de
20 puntos sobre su más cercana competidora, la panista Josefina Vázquez
Mota, cuando asistió al primer debate presidencial, llega desfondado al
segundo encuentro de este domingo 10.
En sólo cinco semanas los
integrantes del movimiento #YoSoy132 y las acusaciones contra varios
exgobernadores de su partido, el PRI, por presuntos vínculos con el
narcotráfico, le han restado popularidad. Su caída generó desavenencias
al interior del priismo, cuya dirigencia llegó incluso a proponer un
“cambio de candidato”, comentan a Proceso varios militantes que piden ocultar su identidad.
Al
final, dicen, el PRI recapacitó y sus líderes optaron por la “unidad” y
por dar más juego en la campaña del mexiquense a personajes que se
habían mantenido al margen.
Peña Nieto trae a cuestas las
averiguaciones previas abiertas por la Procuraduría General de la
República (PGR) contra los exmandatarios de Tamaulipas, Tomás Yarrington
Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores.
El PRI y el equipo de campaña
temen una nueva embestida contra otros exgobernadores, cono el
coahuilense Humberto Moreira.
“Si el gobierno hace nuevos
señalamientos contra él o algún exgobernador del centro del país o se
amplían las acusaciones contra Moreira, el PRI simplemente pierde la
elección”, dice uno de los militantes consultados.

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