El Tepache

sábado, 30 de junio de 2012

Al otro carril







#LosPuntossobrelasíes

 

A lo largo de este sexenio, el carril del miedo se amplió. Se pavimentó con la sangre de asaltos, secuestros y ejecuciones. Nos robaron la paz. Por eso este domingo hay que evaluar en conciencia nuestro voto.

 Los seres humanos pasamos la vida en una calle de dos carriles. Uno es el de la ambición. El otro es el del miedo.


Todo lo que pensamos, deseamos o hacemos transita por uno de esos dos carriles. O porque deseamos algo, o porque tememos perder algo. No hay más.

Si comemos, lo hacemos por la legítima ambición de paladear un buen bocado, o por el miedo a morir de hambre.

Si buscamos pareja, es por la legítima ambición de ser felices en compañía, o por el miedo a padecer el horror de la soledad.
Si votamos, es por la legítima ambición de creer que podemos hacer una patria de paz y bienestar. O votamos por el miedo a que alguien con ambiciones ilegítimas nos arrebate el poder y nos secuestre la tranquilidad.

En las décadas de los 60 y 70, los mexicanos vivíamos la legítima ambición de crecer y prosperar. Fueron los años del desarrollo estabilizador, de la emergencia de la gran clase media. Se dio la prosperidad.

Pero vinieron los presidentes que nos devaluaron, que saquearon a México, que nacionalizaron lo que quisieron, que crearon monopolios a su antojo, que vivieron el asesinato de cardenales y candidatos, y la insurgencia zapatista. Y nos cambiaron al carril del miedo. Perdimos pisada.

Un hombre fue muy exitoso al vendernos la posibilidad de instalarnos de nuevo en el carril de la ambición. El cambio era posible. Le creímos, y expulsó al partido eterno de Los Pinos.

Pero su mujer se apoderó del volante, y en dos años nos regresó al carril del miedo. El de los trafiques familiares, el de coludirse con el pasado, el de los desafueros y los peligros para México. El miedo de perderlo todo.

Y ese miedo se reflejó en la cuestionada elección de 2006, cuando se vivió el temor en las calles, en los recintos legislativos, en la permanencia del sistema político y en la estabilidad del sistema económico.

A lo largo de este sexenio, el carril del miedo se amplió. Se pavimentó con la sangre de asaltos, secuestros y ejecuciones. Nos robaron la paz.

Por eso este domingo hay que evaluar en conciencia nuestro voto. Porque tiene que ser un voto para quien tenga la posibilidad real de descarrilar los miedos y reinstalar el ánimo nacional en el carril de la legítima ambición.

Un voto reflexionado, por quien tú decidas. Pero siempre pensando en que ese hombre o esa mujer será capaz de dejar atrás los miedos que nos paralizan e inspirarnos para asumir el destino que nos merecemos.

Durante décadas, Estados Unidos fue la potencia invencible de la ambición, hasta que los ataques terroristas dejaron al descubierto su vulnerabilidad y sus miedos. Perdió pisada.

En contraparte, China, sumergida en los miedos de una dictadura, descubrió hace poco tiempo que su hambre de bienestar era capaz de hacer que toda una nación se mudara al carril de la ambición. Frente a las crisis del dólar y el euro, los chinos forjaron una potencia más prometedora.

Por eso este domingo hay que ir a votar de cara a la ambición. Y meditar muy bien antes de depositar el voto en la urna.

México ya no resiste otro sexenio en el carril del miedo. En la ruta que privilegia a unos cuantos y atropella a los muchos.

O elegimos un líder o lideresa que inspire la legítima ambición de bienestar, o ambiciones ilegítimas perpetuarán por una generación más los miedos con los que hoy nos tienen secuestrados.

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