Por Félix Arredondo
La
definición del triunfador a la Presidencia de la República está marcada
por el acarrero de votantes, las estructuras territoriales, los
representantes de casillas y hasta por el abstecionismo. Y todo esto
sucede el mismo día en que se acude a votar. Conoce cómo funciona la
‘ingeniería electoral’.
En los países democráticos
avanzados, una vez que concluyen las campañas, poco o nada les queda por
hacer a los candidatos y partidos políticos para influir en los
resultados de la elección.
En México es diferente.
Lo que se
haga o se deje de hacer el día de la elección es tan importante para la
victoria, que los candidatos y los dirigentes de los partidos están en
permanente tensión y actividad.
Lo mismo sucede con los gobernadores y el presidente de la República.
Y
aunque son varios los factores que pudieran incidir en los resultados,
es importante observar al menos cinco que son determinantes: el
abstencionismo, las estructuras territoriales, los representantes de
casillas, el voto nulo y los observadores electorales.
Analicemos.
1. ABSTENCIONISMO
El
abstencionismo es un fantasma que espanta a la mayoría de las
democracias del mundo. Y en mucho se debe a la falta de credibilidad de
los políticos.
Todos son iguales, y no tiene caso ir a votar, suelen decir muchos de los abstencionistas.
Y
sí. Pareciera que ha habido una correlación directa entre el
desprestigio de los políticos y el porcentaje de abstencionismo en los
últimos 18 años.
En 1994 fue del 22.84 por ciento, en el 2000 de 30.30 por ciento y en las elecciones del 2006 fue de 41.45 por ciento.
Sin
embargo, no todo tiene que ver con el desprestigio de los políticos.
También influye la percepción que tengan los electores sobre el probable
resultado de los comicios.
Para el puntero de las encuestas, el abstencionismo se convierte en una potencial amenaza, y más si la diferencia es muy grande.
Y
es que si los simpatizantes de un candidato están muy seguros de que va
a ganar porque así lo reflejan las encuestas, se pueden confiar y no ir
a votar.
Por eso no es casual que en el cierre de su campaña en
Monterrey, Enrique Peña Nieto haya pedido a sus seguidores que no se
confiaran. Que fueran a emitir su voto.
“Quiero pedirles a
quienes siguen este proyecto, a quienes tienen puesta en este proyecto
su confianza, a que cerremos filas, a que no nos confiemos; ésta es una
elección como todas, donde solo se gana con votos”, dijo el candidato
del PRI en la capital de Nuevo León.
“Si bien es cierto que en todas las mediciones vamos adelante de nuestros adversarios, razón de más para no confiarnos…”.
La
verdad es que nunca se sabe a quién le va a pegar más el
abstencionismo. Y es que el fantasma también puede ahuyentar las
posibilidades de triunfo del que va en segundo lugar.
Como ya se ha comprobado, las encuestas no son infalibles.
Y
menos cuando 40 por ciento de los electores rechazan ser encuestados y
20 por ciento de los encuestados se rehúsan a contestar por quién
votarán.
Si la percepción es que su candidato va a perder, algunos electores podrían pensar que no vale la pena molestarse en votar.
Si
es cierto, como afirma Andrés Manuel López Obrador, que ya rebasó al
candidato del PRI por cuatro puntos, pudiera ser el abstencionismo, y no
los votos, el factor que diera la victoria al priista, y no al
perredista, en caso de que los partidarios de este último no fueran a
votar.
Por eso no fue casual que en su último mitin, AMLO pidiera a sus seguidores que promovieran el voto el día de la elección.
“No
dejemos de orientar y convencer, no dejemos de actuar como
protagonistas del cambio verdadero, que cada hombre, que cada mujer
consciente se haga cargo de invitar a votar cuando menos a cinco
ciudadanos más, y que logremos una amplia participación electoral”, dijo
López Obrador en el Zócalo de la Ciudad de México.
Y quizá por
eso, Josefina Vázquez Mota, en las semanas recientes, llegó al extremo
de pedir a sus seguidoras que el día de los comicios se levantaran
temprano y llevaran a sus maridos a votar, con la amenaza de que “para
el señor que no venga, no habrá cuchi cuchi. ¡Un mes sin cuchi cuchi!”.
En
la medida que haya menos abstencionismo, no solo baja la posibilidad de
que se cometan fraudes o se recurra al voto corporativo, sino que
aumenta la legitimidad del candidato que resulte electo.
2. VOTO NULO
El
voto nulo también cuenta en las elecciones. Aunque los políticos
afirman que es un desperdicio, para quienes lo anulan es una forma de
protestar.
Y es que muchos electores no encuentran a quién irle.
No quieren votar por el menos peor, sino ejercer su derecho a protestar en lugar de abstenerse.
El fenómeno se presentó en las elecciones intermedias de 2009. Y la clase política se desconcertó.
El
movimiento del voto blanco, o voto nulo, alcanzó proporciones
insospechadas. En Puebla, por ejemplo, los sufragios correspondientes al
voto blanco se ubicaron en 12 por ciento.
Y aunque este año no ha habido manifestaciones de los promotores del voto blanco, el fenómeno podría volverse a presentar.
3. OBSERVADORES ELECTORALES
A
pesar de que el Instituto Federal Electoral tiene 22 años de existir,
todavía no tiene la capacidad suficientes para garantizar una elección
limpia y democrática.
Los conflictos postelectorales de 2006 pusieron en evidencia la fragilidad de la institución.
A
causa del deficiente desempeño del IFE, la ley electoral fue reformada;
el Consejo fue renovado anticipadamente y el consejero presidente, Luis
Carlos Ugalde, prácticamente fue destituido.
En 2006, el IFE fue
severamente cuestionado por la sociedad y los partidos políticos. Los
señalamientos de fraude estuvieron a la orden del día.
Hoy la
situación no es muy diferente. Por eso sigue siendo importante la
participación de los observadores electorales, que cada vez son más.
Y
aunque los observadores no pueden hacer otra cosa más que observar, se
han constituido en una traba adicional a la operación de las estructuras
territoriales.
Cualquier persona puede actuar como observador
electoral, siempre y cuando cumpla con ciertos requisitos que están
previstos en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos
Electorales.
En las elecciones de este domingo participarán 31
mil 400 observadores, entre los que se encuentran muchos jóvenes del
movimiento #YoSoy132.
4. REPRESENTANTES DE CASILLAS
Otro
factor que puede influir en el resultado de una elección es la cantidad
de casillas que tienen representantes de los partidos.
Si un
partido político no cuenta con representantes en cada una de las
casillas, está más expuesto a ser víctima de las trampas que pudieran
hacer los adversarios.
Aunque el Código Federal de Instituciones y
Procedimientos Electorales dispone que los partidos políticos tienen
“derecho a nombrar dos representantes propietarios y un suplente ante
cada mesa directiva de casilla”, la mayoría no tiene capacidad para
ejercer ese derecho.
Y es que se requiere un ejército de
ciudadanos para contar al menos con un representante en cada una de las
143 mil 156 casillas instaladas en los 300 distritos electorales.
Los
representantes no solo se encargan de evitar cualquier posibilidad de
fraude al interior de la casilla, sino también de vigilar su adecuado
funcionamiento y el correcto conteo de los votos.
Por décadas, el PAN y el PRD no pudieron tener representantes en todas las casillas.
Hoy
es diferente. De acuerdo al reporte publicado por el IFE, el PRI tiene
representantes propietarios acreditados en 99.1 por ciento de las
casillas; el PRD en 94.6 por ciento y el PAN en 92.5 por ciento.
5. ESTRUCTURAS TERRITORIALES
Por
más esfuerzos que hayan hecho los candidatos a lo largo de la campaña
para influir en la decisión del elector a través de spots y noticias,
los resultados pueden cambiar el día de la elección. Todo depende de la
fuerza de la estructura territorial de cada partido.
No importa si se va adelante o no en las encuestas.
Las
estructuras territoriales no son otra cosa que los ejércitos de
ciudadanos que tiene un partido el día de los comicios para llevar a
cabo diversas tareas, todas encaminadas a promover y coaccionar el voto a
favor de sus candidatos.
Estas estructuras sirven para llevar
electores a votar y “estimularlos mediante una recompensa”, ya sea en
efectivo o en especie.
Y es que no se puede perder de vista que México sigue siendo un país pobre.
De los 112 millones de habitantes que tiene el país, 58 millones son pobres y 21 millones padecen pobreza alimentaria.
Por eso, López Obrador, como lo hizo en su momento Vicente Fox, exhortó a los pobres a engañar a los compradores del voto.
“Si
te ofrecen planchas, agárralas; si te ofrecen despensa, agárrala; si te
ofrecen borregos, agárralos; si te ofrecen marranos, agárralos; si te
ofrecen dinero, agárralo. Y digan que sí, que sí van a votar como ellos
quieren, pero a la hora de llegar a las urnas, hagan saber que el voto
es libre y secreto”.
La coacción del voto no distingue colores, ni
partidos. Está al servicio de todos los que creen que el fin justifica
los medios.
Y aunque la práctica es añeja en México, la forma de llevarla a cabo se ha modernizado.
Ahí
esta, por ejemplo, la reciente queja que interpuso el representante del
PAN ante el IFE, Ricardo Carbajal, para acreditar la entrega de casi 10
mil monederos electrónicos por parte del PRI para financiar el pago a
sus representantes en las casillas o para comprar votos el primero de
julio.
La operación se realizó a través de Monex, y el candidato
del PRI al gobierno de Guanajuato, Ignacio Torres Landa, reconoció
públicamente que operó con esas tarjetas para pagar a los representantes
de su partido en las casillas.
Las estructuras territoriales
generalmente trabajan bajo el mando del gobernador del estado donde
operan. Aunque a veces tienen que rendir cuentas al presidente de la
República.
Para entender cómo entraron en acción estas
estructuras territoriales en las elecciones de 2006 para sacar adelante a
Felipe Calderón, vale la pena recordar lo que la maestra Elba Esther
Gordillo le dijo al gobernador de Tamaulipas Eugenio Hernández:
EEG:
“Nuestra encuesta tiene por lo menos una red que armamos en todo el
país de 14 mil cuestionarios, y apenas llevamos 6 mil 364 cuestionarios
(...), y van así: 34.1 PAN, 22.96 PRI, 33.68 PRD; ya se cayó el PRI, eh,
muy bien, entonces hay que saber cómo actuar…”.
EEG: “(…) No sé
por dónde andes, si por azul o amarillo, pero si va por azul, que es lo
que pensamos, vale más hablarle a Felipe y decirle algo, ¿no?, para no
quedar mal”.
Jesús Ortega, coordinador general de la campaña de Andrés Manuel López Obrador en 2006, dio a conocer esta grabación.
Seguramente las estructuras territoriales volverán a entrar en acción este domingo.
Los
dueños de estas estructuras son los gobernadores de los estados y el
presidente de la República porque generalmente se financian con recursos
públicos, aunque en ocasiones también participan, en mayor o menor
medida, los particulares.
¿Cuál es la estructura territorial más
poderosa? Aparentemente la del PRI. Y es que este partido gobierna 20 de
las 32 entidades federales.
Sin embargo, la estructura que el
gobierno federal opera a través de las delegaciones de Sedesol, por
ejemplo, no debe ser desestimada. Como tampoco la del PRD en el Distrito
Federal.
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