El Tepache

martes, 19 de junio de 2012

El sexo como mercancía electoral


Escrutinio
Juan José Morales

Josefina Vázquez Mota ha intentado mañosamente presentarse como la primera mujer que compite por la presidencia de la República. No lo dice explícitamente, para que no se le tache de mentirosa, pero sí lo insinúa en su propaganda y sus discursos. La realidad, sin embargo, es que antes que ella hubo tres mujeres candidatas presidenciales: Rosario Ibarra de Piedra, Cecilia Soto y Patricia Mercado.


Doña Rosario, incluso, compitió dos veces, en ambas ocasiones por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, ya desaparecido. La primera en 1982 y la segunda en 1988.

Cecilia Soto, por su parte, contendió por la presidencia en 1994 bajo el emblema del Partido del Trabajo, en tanto que Patricia Mercado lo hizo en 2006, postulada por Alternativa Socialdemócrata y Campesina.

De las tres, por cierto, la única que ha mantenido una actitud digna, recta y consecuente, sin oportunismos, entreguismos ni claudicaciones, es Doña Rosario Ibarra, que sigue fiel a los principios de la izquierda. Cecilia Soto, en cambio, abandonó sus posiciones progresistas y se puso al servicio de Vicente Fox, quien la nombró embajadora de México en Brasil, puesto que ocupó desde 2000 hasta 2006. Luego, apoyó la candidatura de Calderón y se incorporó a las filas del PAN.

En realidad, ya desde 1994 se sospechaba que estaba actuando como elemento divisionista de la izquierda. 

En las elecciones de ese año se trató de formar un sólido frente en apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas, para evitar que se repitiera el fraude que dio el triunfo a Salinas de Gortari en 1988. Pero Cecilia Soto, con su candidatura “de izquierda”, fue un factor de escisión y logró restarle un millón de votos a Cárdenas.

Papel semejante desempeñó en 2006 Patricia Mercado, quien aunque también se presentaba como una candidata progresista, con posiciones de izquierda, no apoyó a López Obrador y maniobró contra él, con lo cual logró restarle más de 1.1 millones de votos. Además, de inmediato reconoció el triunfo de Calderón, pese a las evidencias de fraude. Y en la actual contienda electoral ha manifestado su apoyo a la candidata del PAN.

Pero por ahora lo que más nos interesa es que, independientemente de su oportunismo, del papel de esquiroles que hubieran desempeñado o de su fidelidad a sus principios, ninguna de las tres intentó explotar su condición femenina para obtener votos. Ninguna dijo nunca —como lo hace Josefina Vázquez— que por ser mujer todas las mujeres y los hijos de mujeres debería darle su voto. Apelaron a las ideas y las propuestas, y actuaron a partir del principio de la igualdad de sexos. Esto es, que hombres y mujeres tienen idénticos derechos e idénticas posibilidades de convencer a los votantes en razón de sus planes y programas, no por vestir falda o pantalón.

Ciertamente, la candidata panista ha hecho del feminismo una caricatura. Peor aún: una especie de espectáculo de carpa. Por ejemplo, con el vulgar y lamentable recurso al travestismo de que echó mano cuando, en el último debate entre los candidatos presidenciales, los convirtió imaginariamente en estereotipos femeninos.

Todavía hay más: en su degradación del feminismo, ha llegado al extremo de —prácticamente— pedir a sus simpatizantes y seguidoras que se prostituyan para conseguirle algunos votos. Así puede entenderse el llamado —que quizá pretendió ser ingenioso y simpático pero resultó burdo y grotesco— para que las mujeres “dejen de hacerle cuchi-cuchi” durante un mes a sus maridos o compañeros —es decir, no tener relaciones sexuales con ellos— si no votan por el PAN. En otras palabras: el sexo como mercancía electoral.

Esa es la mujer que, por el solo hecho de serlo, pretende ser “presidenta”.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx

No hay comentarios:

Publicar un comentario