Gustavo Gordillo
Votar por AMLO. Voy a
votar por AMLO porque cuenta con el mejor equipo para gobernar en un
momento de crisis. Tiene tras de sí un conjunto de alianzas políticas y
sociales que permitirían gobernar mejor que los otros dos candidatos en
la competencia real. La mayor convocatoria a las clases medias de AMLO,
comparada con 2006, se debe a varios factores: la acrecentada fragilidad
de esas propias clases medias, la decepción frente al desempeño de los
gobiernos federales panistas. Pero también el discurso de AMLO se ha
modificado y las buenas cuentas en los gobiernos del DF han sido claves.
Cuando aún no se definía el candidato de las izquierdas consideré que
Marcelo Ebrard era el mejor candidato. Pero esa preferencia no puede
asimilarse a un antiAMLO, porque al reconocer su derrota Ebrard planteó
correctamente que la unidad de las izquierdas es un objetivo superior.
Contra las panaceas. No ayudan los adjetivos derogatorios. Nadie va a ganar mayorías contundentes ni en las presidenciales ni en el Congreso. Se va a necesitar de todos los actores políticos y de una sostenida participación ciudadana para enfrentar la emergencia nacional. Puesto que no hay soluciones mágicas se necesita generar espacios para experimentar, ensayar caminos frente a las diversas crisis que nos afectan.
Esto no será concesión de los poderes, sino conquista de las movilizaciones, los movimientos y los propios partidos.
Contra el fetichismo institucional. Creo en el cambio por conducto de las instituciones, pero no coincido con quienes ven a las instituciones como entes sagrados. Las instituciones, es decir, las reglas del juego, son construcciones humanas, perfectibles. En ocasiones se rezagan frente a las nuevas exigencias del contexto social. Confío en el IFE, pero bastante menos en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y casi nada en la Fepade. Todas estas instituciones requieren reformas. Por ejemplo, que en el IFE se regrese a consejeros eminentemente ciudadanos y no a cuotas de partidos. Pero la regla de oro es aceptar las reglas pactadas y reformarlas por vías institucionales.
Restauración autoritaria. La presunción de una restauración
autoritaria se interpone en el camino que lleva a una nueva
gobernabilidad. Esta restauración no está vinculada a un solo partido,
porque es fruto de un hecho central: la transición hacia la democracia
se desvió como consecuencia de que fue exitosa para desarticular el eje
del autoritarismo –presidencialismo autoritario, partido hegemónico y
predominancia de reglas informales sobre las formales–, pero no ha
logrado sentar las bases para una gobernabilidad democrática. Una
cultura de las elites políticas que en general sólo sabe conjugar dos
verbos: madrugar, como lo planteó Martín Luis Guzmán, y ningunear,
planteado por Octavio Paz, es una poderosa invitación a la regresión.
Gobernar la pluralidad. La gobernabilidad del país pende de una interrogante estratégica: ¿cómo gobernar el pluralismo? Si gana AMLO será magnifico, pero aun así hay que comenzar al día siguiente la reconstrucción de instituciones y organizaciones. Nuevos partidos, organizaciones gremiales de obreros, colonos, campesinos, ONG y movimientos ciudadanos. Nuevas formas de organicidad social como las que anticipa el #YoSoy132.
Como decían en 1968: Apenas es un comienzo, continuemos el combate. Por un México feliz por justo.
A la memoria de mi amiga, maestra y colega Elinor Ostrom
Gobernar la pluralidad. La gobernabilidad del país pende de una interrogante estratégica: ¿cómo gobernar el pluralismo? Si gana AMLO será magnifico, pero aun así hay que comenzar al día siguiente la reconstrucción de instituciones y organizaciones. Nuevos partidos, organizaciones gremiales de obreros, colonos, campesinos, ONG y movimientos ciudadanos. Nuevas formas de organicidad social como las que anticipa el #YoSoy132.
Como decían en 1968: Apenas es un comienzo, continuemos el combate. Por un México feliz por justo.
A la memoria de mi amiga, maestra y colega Elinor Ostrom
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