Las biografías de los políticos que
están en el candelero suelen ser retratos a modo, pedacerías a
conveniencia de los intereses de quienes las promueven o, en el mejor de
los casos, relatos insuficientes de sus trayectorias. Lo mismo sucede
con Enrique Peña Nieto que con Josefina Vázquez Mota y, en varios casos,
con Andrés Manuel López Obrador.
No sucede lo mismo con AMLO, Vida Privada de un Hombre Público, del
periodista Jaime Avilés. Testigo y cronista cercano de las primeras
batallas del político tabasqueño –desde aquel Exodo por la Democracia en
1992 de Villahermosa a la Ciudad de México- Avilés logra no sólo un
ejercicio de acercamiento y descripción del líder más importante de la
izquierda mexicana en los últimos quince años sino de las circunstancias
que convirtieron a un joven politólogo en un fenómeno de masas.
No son necesarios los adjetivos en la obra de Avilés, autor de libros extraordinarios como La Rebelión de los Maniquíes. Avilés conoce
muy bien a López Obrador, pero decide navegar, junto con el lector y el
protagonista por las corrientes pantanosas de una trayectoria marcada
desde su inicio por la zona chontalpa de su estado, la más pobre, la más
olvidada y, al mismo tiempo, la que vio emerger al ex jefe de Gobierno
capitalino.
El retrato que va perfilando Avilés tiene un gran guía al estilo de la Divina Comedia
que navega desde el inicio junto a López Obrador en los cayucos de la
desolación política tabasqueña. Se trata del poeta Carlos Pellicer, el
primer personaje que se comprometió con los chontales y que descubrió en
el joven de apenas 20 años a un extraordinario líder social en
potencia.
Pellicer llega al Senado en 1976, al
inicio del sexenio de los excesos y la demagogia de López Portillo. El
“último presidente de la Revolución” le pide al poeta que acepte una
curul. Cercano a los 80 años, el autor de Horas de Junio y Prácticas de Vuelo admite
con una condición: ser el senador de los chontales. Para eso, se acerca
y va formando a López Obrador. El se integra a su equipo de campaña.
Recorren la zona de los chontales. El hijo de comerciantes adquiere un
conocimiento único, de primera mano, sobre la situación de una de las
regiones mayas más explotadas del sureste (primer por los encomenderos,
luego por los caciques, más tarde por los ganaderos y por la corrupción
del boom petrolero).
La etapa de López Obrador al lado de
Pellicer y de los chontales es clave en la formación del liderazgo del
actual candidato a la presidencia del Movimiento Progresista. Sin ellos,
no pudiera haber sido el candidato opositor al PRI tabasqueño en los
inicios del salinismo. Corruptor de siempre, Carlos Salinas le envió
emisarios a López Obrador para que renunciara a su candidatura en 1989.
Después, la locura corruptora de Roberto Madrazo y de Carlos Cabal
Peniche convertirán a Tabasco en la demostración más clara de la
decadencia salinista. Y López Obrador resistió aquellos embates.
Muchos de estos pasajes se conocen y se
han documentado. Pocas veces desde el testimonio del propio López
Obrador, quien acepta una larga entrevista con Jaime Avilés. De la
primera etapa de pregunta y respuesta, Avilés nos guía hacia los pasajes
más polémicos de la trayectoria lopezobradorista, incluyendo su ascenso
al liderazgo nacional del PRD, a la jefatura de Gobierno capitalino
(2000-2005), el desafuero y la campaña de un sexenio atrás.
Es conocido el recelo extremo de López
Obrador para abrir su intimidad, pero en esta obra se advierte el papel
indispensable de socia, amiga y esposa que jugó Rocío, la madre de sus
tres primeros hijos, quien lo acompañó en las decisiones más difíciles
del inicio de su carrera política. Fallece justo en los momentos más
álgidos de la guerra política con Vicente Fox.
En sus primeras páginas, el libro
reconstruye la gran puesta en escena de Emilio Azcárraga Jean y Bernardo
Gómez, los barones de Televisa, quienes en 2006 le jugaron doble a
López Obrador: por un lado, lo convencieron de que en sus encuestas él
iba arriba de Felipe Calderón; al mismo tiempo que lo chantajearon con
un supuesto decreto de expropiación de Grupo Televisa, al día siguiente
de que arribara a la presidencia de la República.
“Quiero ser el primer en felicitarte. En
todas nuestras encuestas de salida vas arriba de Calderón”, le dijo
Bernardo Gómez a López Obrador, la tarde del 2 de julio de 2006. Y
Andrés Manuel, a pesar de su desconfianza innata, creyó en ese buen
gesto. Apenas iniciaba la trama del fraude de aquel día.
A seis años de distancia, este episodio
como muchos otros de la trayectoria de López Obrador es importante
redescubrirlos y contrastarlos a través de la pluma de Jaime Avilés.

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