El Tepache

jueves, 14 de junio de 2012

Calderón: ¿Como Salinas en 1994 o como Zedillo en 2000?

Mensaje Político

 Por Alejandro Lelo de Larrea

Alejandro Lelo de LarreaEn las próximas semanas, el presidente Felipe Calderón estará tomando la decisión más importante para el resto de su vida y para cómo va a pasar a la historia.
Calderón acaso ya no podrá usar el poder presidencial para hacer que gane la candidata de su partido, el PAN, Josefina Vázquez Mota, quien de acuerdo con todas las encuestas preferencias electorales se ubica en el tercer lugar ya con pocas posibilidades de triunfo.

Sin embargo, Calderón sí puede de última hora utilizar su posición como Jefe de Estado para orientar el futuro del país y el suyo propio, en una disyuntiva de actuar como el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1994, que frenó el avance democrático, o como el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León en 2000, que permitió la transición democrática, que no ha terminado de cuajar y el 1 de julio estará en la frontera entre ir hacia su consumación o una regresión.
Sí, en una contienda cerrada en que el voto útil puede dar al triunfo a Andrés Manuel López Obrador, Calderón tiene en sus manos la posibilidad de reconocer desde esa misma noche un eventual triunfo del izquierdista y, como Zedillo en 2000, frenar cualquier tipo de operación electoral que trate de ir en contra de la voluntad popular de la mayoría.
Pero también Calderón puede actuar en el otro sentido, no meter las manos para frenar las tentaciones de manipular el resultado electoral, y con ello se dé marcha atrás en el avance democrático al permitir el regreso del PRI con Enrique Peña Nieto, sin que haya este partido pasado por un proceso de renovación democrática en los 12 años que lleva fuera de Los Pinos.
Este sería el primer caso en el mundo de un partido que gobernó de manera hegemónica como el PRI, perdió el poder y regresa al gobierno sin una mínima transformación. Lo más parecido, ha explicado el politólogo José Antonio Crespo, fue el caso de Corea, donde el partido otrora hegemónico volvió al poder, pero antes al menos le cambiaron el nombre y las siglas.
Si Calderón no mete las manos para evitar el regreso del PRI, su paso a la historia podría ser semejante al de  Carlos Salinas, que tuvo la oportunidad de abrir la transición con el PAN o incluso con Cuauhtémoc Cárdenas en 1994,  pero lo impidió.
La historia es evidente, se la cobró cara a Salinas, quien tuvo que exiliarse durante el sexenio de Zedillo, metieron a su hermano Raúl a la cárcel y su imagen quedó manchada, quizá para siempre, acaso al grado de que la que pueda ser visto el peor presidente de la era priísta.
Esa es una de las posibilidades de Calderón: permitir la restauración del viejo régimen, lo que quizá no le conviene mucho a él mismo para su futuro cercano y menos en su cita con la historia, en la cual podría pasar como el “ilegítimo”, el “espurio”, que en su sexenio asesinaron a 60 mil mexicanos en una guerra contra el narco y además permitió el regreso del PRI al poder, legitimado por la vía de las urnas, desde la oposición.
Ya no más “espurio”
Sin embargo, Felipe Calderón también puede tomar una decisión como la de Zedillo en 2000 y dar paso a una nueva etapa en la vida democrática del país, si permite que Andrés Manuel López Obrador, su adversario en la cuestionada elección presidencial de 2006 sea su sucesor, con lo que al mismo tiempo se quitaría de manera definitiva ese halo de “espurio” o “ilegitimo” que le ha reprochado la izquierda e incluso hasta algunos sectores del PRI: Calderón legitimaría su presidencia al momento de transferirle la Banda Presidencial a López Obrador.
Además, para el propio Calderón y los grupos de poder fáctico en México, López Obrador no tendría mayor margen de maniobra desde Los Pinos, toda vez que en el mejor de los casos obtendría más o menos el 33% de los legisladores federales, por lo que el control del Congreso de la Unión, estaría en manos de una alianza PRI-PAN-PVEM, incluso con la llave de reformas constitucionales.
López Obrador ya ha mandado señales e incluso ofrecido garantías a Calderón, a quien por vez primera en más de 5 años llamó “presidente” el pasado miércoles 6 de junio, en su participación en el programa Tercer Grado de Televisa, cuando dijo: “Yo no voy a perseguir al presidente Calderón”.
Otra de las garantías que ha ofrecido López Obrador es designar a Marcelo Ebrard como titular de la Secretaría de Gobernación. Como es sabido, la relación entre Calderón y el jefe de Gobierno del DF en los últimos años ha sido buena, al grado de que sus respectivos operadores políticos hicieron posibles las alianzas de PAN y PRD en elecciones estatales como Sinaloa, Hidalgo, Puebla, Oaxaca.
En los dos debates presidenciales López Obrador mandó señales positivas a Calderón, a quien no llamó más “espurio”, tampoco volvió a mencionar que le “robaron” la presidencia en 2006 y menos tocó el tema de los 60 mil muertos por la guerra contra el narco en este sexenio.
Incluso, el pasado martes le preguntaron a López Obrador sobre el tweet que hizo el presidente Felipe Calderón el domingo descalificando sus cuentas, a lo que el tabasqueño respondió:  “Yo no voy a pelearme con el presidente Calderón”.
Así, Calderón tiene a la vista los dos escenarios posibles y los dos ejemplos vivientes, el de Salinas y el de Zedillo, para tomar la que sin duda será la decisión más importante para su futuro político y su cita con la historia.

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