Refieren estudiosos en materia electoral en el mundo que basta con observar cuanto es lo que se gasta en las campañas, con qué cantidades se sobrepasa lo que se tiene autorizado para determinar hasta donde llega la influencia del narco en la política de los países. Eso en México no se ha tomado en cuenta. Ha pasado de noche. Hablan del blindaje a los partidos políticos y a la hora de verdad resulta que rebasar los gastos no es motivo ni siquiera de ardua investigación sobre la procedencia de las cantidades erogadas. De ahí que eso de la ley contra el lavado de dinero no tenga otro objetivo que tratar de mostrarle al mundo que no hay narcoeconomía y que se toman las medidas para blindar al país del lavado de dinero cuando el objetivo único es el recaudatorio.
Cuando el sitio en donde se compran y se venden acciones y, por lo tanto, se manejan en verdad cientos, miles de millones de dólares es un punto en el que no se paga un céntimo de impuesto ya se puede asegurar que se tiene un paraíso fiscal. El país que no tiene ningún control sobre los inversionistas y su crecimiento y que por el contrario los protege incluso en la evasión fiscal que han demostrado legisladores existe, ya puede hablarse de la participación de efectivo que no llega de manera transparente y mucho menos en lo que se refiere a embotelladoras, gasolineras, cadenas comerciales, fabricantes de alimentos, intermediarios de perecederos, entre otros. Que barato resulta pagar un 2 por ciento de IDE y hacer depósitos con los que el dinero queda muy limpiecito. O ¿tienen control en Hacienda sobre estos renglones? Y los ejemplos sobran hasta con los bancos que han sido descubiertos en este tipo de operaciones y todo se soluciona con el pago de una multa. El negocio pues, es mundial.
Eso sí, sirve para la salida de Calderón, para intentar aplacar la histeria de dejar el poder y no saber en este renglón, en el ligado a las mafias, cual será el futuro de su apellido.
Lilia Arellano - Revista EMET
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