Caminas rápida y decididamente, con la cabeza gacha y
mirando al frente. Te pones los audífonos, pero bajas todo el volumen. No haces
contacto visual a menos que sea necesario. Miras detrás de ti de cuando en
cuando para asegurarte de que no te sigan. No seas obvia.
No es de noche; no estás en la parte peligrosa de la
ciudad ni en una zona conocida por el narcomenudeo. Esta es simplemente la
forma en que muchas mujeres se escudan cuando caminan por las calles de la
ciudad en pleno día o cuando abordan un transporte público. ¿Por qué? Porque
muchas mujeres, sin importar su edad, peso o apariencia, han recibido
comentarios como: “Oye nena, ¿quieres algo de esto?”, “Me gusta lo que veo” o
“Lindo trasero”.
Todas esas frases son acoso sexual. Aunque algunos hombres
los consideran piropos, para muchas mujeres son una amenaza.
¿Qué es el acoso sexual?
El acoso sexual se define por el miedo y la incomodidad. No
todos los piropos van acompañados de avances físicos indeseables, pero por
seguridad, no se puede ignorar esa posibilidad. Un comentario agresivo o sexual
puede ser aterrador por sí mismo, así que, ¿por qué los acosadores creen que no
hacen daño?
Gran parte del problema estriba en la definición del acoso
sexual en lugares públicos. En el ámbito laboral, existe una definición
oficial: “Los avances sexuales indeseables, solicitar favores sexuales y el
acoso verbal o físico de naturaleza sexual”. Existen reglas a seguir,
autoridades competentes en la materia y castigos para los infractores.
Sin embargo, en las calles o en el transporte público, esa
línea es borrosa o simplemente no existe. Lo que para algunos es un simple
saludo, para una mujer encerrada en un vagón de tren puede ser una amenaza.
En el estado de Nueva York, en Estados Unidos, por ejemplo,
una persona lo comete cuando “él o ella acosa intencional y repetidamente a
otra persona al seguirla en o alrededor de un lugar público, al asumir una
conducta repetitiva o al cometer repetidamente actos que provocan a una persona
un temor racional a sufrir daño físico”.
En México, el hostigamiento sexual es punible solamente
"cuando se cause un perjuicio o daño", según el Código Civil Federal.
La definición de hostigamiendo sexual es: "Al que con fines lascivos
asedie reiteradamente a persona de cualquier sexo, valiéndose de su posición
jerárquica derivada de sus relaciones laborales, docentes, domésticas o
cualquiera otra que implique subordinación, se le impondrá sanción hasta de 40
días", según el Artículo 259 Bis de dicho código, pero no menciona qué
ocurre en caso de hostigamiento de parte de un desconocido.
En el Distrito Federal el 8 de marzo de 2008 entró en vigor
la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida libre de Violencia. Aquí se
tipificaron las miradas y palabras lascivas como parte de la violencia sexual.
"Violencia Sexual: Toda acción u omisión que amenaza, pone en riesgo o
lesiona la libertad, seguridad, integridad y desarrollo psicosexual de la
mujer, como miradas o palabras lascivas, hostigamiento, prácticas sexuales no
voluntarias, acoso, violación, explotación sexual comercial, trata de personas
para la explotación sexual o el uso denigrante de la imagen de la mujer",
según el capítulo V del artículo 6 de esta ley. Sin embargo, esta ley no
contempla penas para este delito.
¿Qué pasa si hay contacto físico? En California, Estados
Unidos se considera que una persona ha sido víctima de agresión sexual si ha
sido tocada “en sus partes íntimas” en contra de su voluntad, y con fines
específicos de excitación, gratificación o abuso sexual. La teniente Karen
Stubkjaer del Departamento del Sheriff de San Diego escribió en un correo
electrónico: “En California no se considera que un ‘piropo’ sea un delito. Si
existe una amenaza real o contacto inapropiado, desde luego hay más opciones
para actuar”.
Cuando existe el contacto físico
Aunque la ley distingue el acoso sexual de los ataques
físicos, en las calles la diferencia está menos definida.
¿Cuál es la diferencia entre un piropo y una nalgada? A
juzgar por las experiencias de las mujeres que hablaron con CNN, no hay mucha
diferencia.
Brittney Gilbert, de San Francisco, lo sabe muy bien. Cuando
iba en el autobús camino al trabajo, en septiembre, un extraño la atacó.
“Estaba sentado junto a mí. Cuando me levanté para bajar del autobús, tuve que
dar un paso largo para pasar alrededor de él y en ese momento me agarró la
entrepierna”, recuerda.
Gilbert se fue a trabajar; sin embargo, más tarde decidió
que tenía que reportar lo ocurrido. “Sólo quería denunciarlo. Lo que pasó
después fue decepcionante y sorprendente. No esperaba que alguien me consolara,
pero fue sorprendentemente difícil presentar una denuncia. [El policía] no me
dijo ‘No puede levantar un reporte’, simplemente insistía en preguntarme si en
verdad quería hacerlo”.
Tras el supuesto ataque, Gilbert decidió hacer algo inusual,
contar el ataque sufrido en un espacio público con una enorme audiencia:
internet. Blogueó su experiencia porque “no tenía idea [de
cómo se sentía ser atacada] hasta que me ocurrió a mí; lo increíblemente
violada que me sentí. Fue muy desagradable. Me daban ganas de llorar, de
vomitar. Me violaron en contra de mi voluntad. Quería escribir esto para
desahogarme. Quería contar lo que pasó, sin exageraciones”.
La política de CNN es no revelar los nombres de las
sobrevivientes de abuso sexual, pero en esta ocasión, Gilbert quería que su
caso se diera a conocer. Gracias a que su blog se difundió vertiginosamente, la
Unidad de Víctimas Especiales volvió a entrevistarla. Gilbert dijo que gracias
a ese seguimiento siente están haciendo algo, pero que no está segura de si el
manejo inicial de su caso o la segunda entrevista sean el procedimiento típico.
El Departamento de Policía de San Francisco se negó a comentar acerca del caso
de Gilbert, ya que la investigación está en curso.
Las mujeres se defienden
Emily May dirige un grupo llamado Hollaback!, una
organización internacional que, con ayuda de la gente, busca acabar con el
acoso en las calles. Las mujeres pueden postear sus historias
e imágenes en la aplicación de Hollaback! o en el sitio web. En teoría, entre
más se difundan los acosos en las calles, menos probable es que ocurran. Los posts son
cuidadosamente revisados y la mayoría de las veces se difumina el rostro de los
supuestos atacantes. Hollaback! usa la información para solicitar a las
autoridades que refuercen la seguridad pública, ya sea colocando más alumbrado
y teléfonos de emergencia o aumentando la presencia policial.
May quiso hacer algo útil con las historias de sus amigas y
colegas. No existen muchas cifras acerca del acoso callejero, y ella espera que
Hollaback! ayude a que eso cambie. Su motivación es sencilla: “Es una cuestión
de derechos humanos. Esta situación violenta nuestro derecho a caminar por las
calles de forma segura; también pagamos impuestos, tenemos derecho a sentirnos
seguras cuando caminamos por la calle”.
¿Por qué decir piropos?
En las calles de Atlanta, algunos hombres opinaron acerca de
lo que motiva el acoso callejero, ya sea que tomen parte en ello o no.
“Muchas veces existe la presión entre hombres, como para
impresionarse unos a otros. Y como humillar a las mujeres… Nos crían para usar
a las mujeres como objetos, porque vivimos en un mundo de televisión”, dijo
Kareem Watkins, un ajustador de seguros de 26 años.
Agregó que algunas mujeres podrían sentirse halagadas por la
atención: “He escuchado que cuando un hombre pasa junto a una mujer y este no
voltea a mirarla, ella se siente ofendida”, dijo. “Me imagino que podría
sentirse bastante mal, aunque me imagino que podría estimular a su ego”.
Watkins y su amigo, Jay Woods, responsabilizaron a las
mujeres por incitar los comentarios con su estilo de vestir. “¿Acaso su madre
le dijo que se pusiera eso? Es un asunto de cómo te criaron”, dijo Woods.
Aunque ninguno de los dos pudo explicar cómo una mujer puede
obtener respeto mientras camina por la calle, ambos coincidieron en que “las
mujeres son tratadas en la forma en que te permiten que las trates”.
Para Marcus Jeffries, estudiante de 25 años, los piropos son
algo biológico: “Los hombres cazan a las mujeres, desafortunadamente, porque
las mujeres [tienen] algo que ellos quieren”. Su amigo, Tyrone Evans, dijo: “Te
hace verte como un pervertido… como si nunca hubieras visto a una mujer”.
Jared Ripps, de 39 años, dice que nunca ha considerado
lanzar un piropo a una mujer. ¿Por qué? “Tengo una hermana y no me gustaría que
le hicieran lo mismo”, dijo.
Sucede a diario
De acuerdo con una encuesta efectuada por la Universidad de
Cornell y Hollaback! en la ciudad de Nueva York, el 60 % de los incidentes
reportados de acoso sexual ocurrieron en la calle. Un 22 % más ocurrió en el
transporte público o en terminales.
La teniente Stubkjaer, de la policía de San Diego,
California, recomendó que para evitar los acosos, las mujeres caminen con algún
amigo o en grupo y que efectúen ciertos “protocolos básicos de seguridad”. No
obstante, algunas mujeres alegan que deberían poder viajar solas.
Lola Binkerd iba en un vagón del metro hacia Los Ángeles,
California, el mes pasado. Cambió de vagón para evitar a un grupo de jóvenes
que la acosaban verbalmente y se encontró en un vagón prácticamente vacío,
salvo por un hombre que llevaba una bicicleta. “Se sentó en el asiento frente a
mí, se inclinó hacia adelante y empezó a coquetearme. Lo miré y le pedí: 'Por
favor déjame en paz'… Rápidamente se enfureció y se agitó… Se levantó, empezó a
golpear las paredes, y escaló hasta gritarme amenazas sexuales y me amenazó con
dispararme”, dice.
Al igual que Gilbert, Binkerd blogueó acerca
de su experiencia. Su historia puso de manifiesto otra forma de hostigamiento
sexual: “La gente espera que no les digas que te dejen en paz. Tienden a pensar
que no es la gran cosa y que debes ser amable. No se dan cuenta de que te hacen
sentir incómoda… Es ridículo pensar que debes ser amable con quien invade tu
espacio”, dice.
Las mujeres que bloguearon su experiencia y
que hablaron con CNN dijeron que no buscan conmiseración, sino despertar
conciencias.
Holly Kearl, fundadora del sitio web Stop Street Harassment
(Detener el acoso en la calle), dijo que cree que compartir las historias es la
clave para terminar con el hostigamiento en las calles. El sitio documenta los
incidentes de acoso callejero y los mapea.
“Podemos leer las historias de otras personas y ver que no
estamos solas, que podemos encontrar la forma de enfrentarnos a los acosadores”,
dijo en un correo electrónico dirigido a CNN.
Kearl ve este asunto como un problema mundial que requiere
más atención. A pesar de que el acoso callejero se ha considerado normal a lo
largo de la historia, ahora “lo es menos, porque muchas personas están hablando
de ello, revelando lo frecuente que es… y el impacto negativo que puede tener
en nuestras vidas”.
Nota del editor: ¿Te han lanzado
piropos o atacado en público? ¿Has piropeado a alguien? Comparte tus
experiencias —respetuosamente— en la sección de comentarios.
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