El Tepache

domingo, 17 de febrero de 2013

Llamado a la conversión



Por: Gabriel Ignacio Verduzco Argüelles

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imagen de e-consulta.com
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La decisión del papa Benedicto XVI de renunciar a la cátedra de Pedro ha suscitado una serie de reacciones que, a riesgo de ser simplista, parecen agruparse en tres grandes posiciones: la de los conspiranoicos, la de los radicales y la de los moderados.

Para los conspiranoicos, el papa lleva años enfermo y débil, pero no dimite por ninguna de esas dos razones. Lo hace porque las circunstancias le hacen sentirse incapaz de cumplir con su oficio. Se va derrotado por el cargo. “Apacible pastor rodeado de lobos”, según expresión del periódico de la Santa Sede,L’Osservatore Romano, y, al frente de una organización “devastada por jabalíes” -en sus propias palabras-, su gestión es un rosario de decepciones.
Siguiendo a Juan G. Bedoya, el obispo de Roma ya era el sucesor del emperador Constantino, y no del pobre y analfabeto pescador Pedro. Hoy todo ha cambiado, sobre todo en la Curia de Roma, donde anidan todos los poderes de esa poderosa confesión. Lo ha sufrido Benedicto XVI, que se declaró vencido. Su dimisión la llevaba rumiando desde hace tres años, si se toman al pie de la letra sus declaraciones al periodista alemán Peter Seewald, de marzo de 2010. Dijo entonces: “Si el Papa llega a reconocer con claridad que no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.
La resistencia a cumplir sus órdenes ha debido doler de forma especial al anciano Ratzinger, porque llegó al cargo con la promesa de actuar con energía. Por empezar por el asunto más grave, el de la pederastia, Benedicto XVI llegó con la orden de apartar de sus cargos a los encubridores, pero han pasado los años sin haberlo logrado.
El día que la Gendarmería del Vaticano se llevó detenido a su asistente de cámara Paolo Gabriele, el mundo de Ratzinger se tambaleó. Con las cajas llenas de documentos afanados por el mayordomo también afloraron las sospechas. ¿Era su mayordomo el único traidor? Los papeles secretos pusieron además en evidencia que, tal vez por falta de carácter o por evitar una guerra abierta, Ratzinger se había traicionado a sí mismo a la hora de limpiar el aire del Vaticano. Y los “expertos” apuntan al cardenal Bertone.
Para la postura de los radicales, durante los casi ocho años de su pontificado, el papa Ratzinger ha tenido que vivir con la luminosa sombra de su antecesor, el carismático papa Wojtyla. Luminosa porque los turistas siguen encontrando y comprando su fotografía en todos los puestos de recuerdo de Roma, de ese papa enfermo y anciano que no renunciaba al pontificado porque lo vivía como un silencioso martirio, dando ejemplo de entrega hasta el fin. Y sombra porque detrás de su espíritu viajero, de su sonrisa y de su mediático beso en el suelo de los aeropuertos de medio mundo, Juan Pablo II escondió el más sucio de los crímenes de la Iglesia, aquel que comete un adulto, protegido por una sotana, sobre un menor indefenso.
Para los moderados, volviendo con las mismas declaraciones del papa en 2010,“Si el Papa llega a reconocer con claridad que no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.El papa reconoce con humildad y, seguramente no sin dolor, que no puede cargar sobre su espalda el peso de la barca de Pedro. Y no porque esté haciendo agua, como lo decía el mismo Ratzinger en el cónclave, sino porque la grave responsabilidad de la orientación de las conciencias y de la salvación, exige a cualquiera una completa y total responsabilidad. Y que esto ocurra en las puertas de la cuaresma, parece un providencial llamado a la conversión.
José María Castillo señala entonces que Entre los numerosos comentarios, que lógicamente está suscitando la noticia de la dimisión del papa Benedicto XVI, echo de menos una reflexión que, a mi manera de ver, me parece la más importante, la más urgente, la que más puede y debería influir en el futuro de la Iglesia y su posible influencia en bien de este mundo tan atormentado en que vivimos […] Pero, por muy importante que sea enjuiciar a las personas, tanto del pasado como del posible futuro inmediato, nadie va a poner en duda que es mucho más determinante detenerse a pensar lo que representa, y lo que tendría que representar, no ya este papa o el otro, sino lo que realmente es y hace la institución que, de hecho, es el papado, tal como está organizada, tal como funciona, y tal como es gestionada, sea quien sea el papa que la ha presidido o que la puede presidir.
Me refiero a la reflexión que distingue entre los que es y representa la persona del “papa”, por una parte, y lo que es y representa la institución del “papado”, por otra.
También creo que otro mundo es posible y que la esperanza es verdadera.

Fuente http://letrasdelnorte.wordpress.com/

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