El Tepache

lunes, 3 de septiembre de 2012

Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Salinas, Fox, Calderón



Jorge Carrillo Olea
Seis sexenios con finales de opereta
¿Padecemos de una jettatura? Pues parece que sí. Son escasísimos, por no decir que sólo uno, los sexenios que no han finalizado en medio de un interminable redoble fúnebre en el que el país es actor pasivo, víctima y hasta burla de sus pésimos estrategas presidenciales. ¿Qué no saben del mandato y legítima necesidad de terminar bien un sexenio? ¿No supieron que habría que haber previsto las posibles contingencias?
Gustavo Díaz Ordaz terminó muerto en muchos sentidos. Hirió y dejó marcado a un país que de ninguna manera merecía ni daba oportunidad para ser lacerado como lo fue. Cuál no sería su cinismo que en la entrevista que permitió a Ernesto Sodi Pallares en sus últimos días dijo: “Siento un gran orgullo por el 68”. Ese año, 1968, y consecuentes fue un amargo final que aún se sufre.
Luis Echeverría, 
el dispensador presupuestal. El que quiso recomponer la relación gobierno-pueblo a base de populismo y que no lo logró, pero su despilfarro llevó al país a su primera devaluación en décadas, que aquella noche de agosto de 1976 se explicó de una manera hasta entonces desconocida: “El peso no se devaluó, entró en flotación”.
Después de aquel 1° de septiembre siguiente se entró en una vorágine por encima de la acostumbrada por el presidente. Se habló de un golpe de Estado, se pretendió cerrar los bancos por varios días, lo que no sucedió gracias a los ruegos del presidente electo José López Portillo. El presidente comprometió a los secretarios de Defensa y Gobernación a que “el licenciado López Portillo tomara posesión”.
Miguel de la Madrid sí supo terminar decorosamente su difícil sexenio, lleno de apremios heredados y desastres naturales que incidieron en mil cosas y entre ellas en la flaca economía. Terminó como se propuso desde antes de tomar posesión. Entre muchas cosas decidió “devolver la dignidad a la presidencia”. Así lo hizo.
Otro final de ópera fue el de Carlos Salinas. Empezó muy pronto, en enero de 1994 con el levantamiento zapatista en Chiapas, con los desaseos que con sus berrinches produjo Manuel Camacho, le siguió el asesinato de Luis Donaldo Colosio, luego el de José Francisco Ruiz Massieu, para culminar con el “error de diciembre” que, si bien desatado por Ernesto Zedillo, se gestó desde la administración de Salinas. Terminaría esta saga con la aprehensión de Raúl Salinas, la lamentable escena de la huelga de hambre en Monterrey y demás vergüenzas.
Zedillo y su fin de fiesta están a juicio. Miles dicen que “entregó Los Pinos”, creó el fondo de rescate bancario, politizó la justicia con la servidumbre de Jorge Madrazo, procurador general, auspició la persecución quizá debida, pero sí extralegal de Raúl Salinas, la exhumación e inhumación clandestinas de La Paca para inculpar de homicidio a Raúl Salinas. Mil escándalos, como la represión en Acteal y en Atenco, ésta con la colaboración de Enrique Peña hicieron que tomara un voluntario exilio. Es duro, cínico, inteligente. Dicen que fue eficaz, la última verdad es que también salió con los zapatos por delante.
De Vicente Fox, creo que es de ecuanimidad mental ahorrar al posible lector recordar tal vergüenza. Todavía hoy nos decimos en términos de autorreproche: ¡cómo pudimos soportar todo eso! Y Felipe Calderón con su bandera de pureza y justicia, ni un pelo le tocó.
Y el señor Calderón se suma a esta olla de maldiciones como la de las brujas de Macbeth. Su final es singular, frívolo, de que “iban a tirar mi avión, iba a sufrir un atentado, pero…, claro, nadie lo tomó en serio, provocó risas. Del mismo modo “construyó cien universidades” y más carreteras que las que se construyeron desde la Creación. Se pelea vulgarmente con un empresario, se lanzan piedras y se regresan heces y todavía falta lo peor: el 18 Brumario de Enrique Peña.

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Puntos… Almirante: ¿por qué los empleados de la DEA tienen a su servicio como chofer a un capitán de la Armada? ¿Por qué tiene la Armada de México un campo de entrenamiento clandestino? No tiene usted límite en su entrega.

hienca@prodigy.net.mx

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