“El gran secreto del psicoanálisis es que no hay psicogénesis”
Jacques Lacan.
Emoción, del latín emotio, emotionis, derivado del verbo movere: mover, trasladar, y de exo- fuera, de ahí, emoción: “lo que mueve de afuera”, es algo por demás engañoso y variable, pero ¿En qué sentido?
Supongamos que alguien quiere realizar algo que le emociona, lo realiza y listo, pero en una segunda y tercera ocasión algo en la emoción ha cambiado y no se siente a flor de piel, algo falta, y en base a esto, se decide abandonar la actividad. A partir de esta aparente ausencia de emoción supone que lo que le sucede es que dicha actividad le ha dejado de gustar, pues “ya no le nace” realizarla, por lo
que se lanza en búsqueda de nuevas emociones, procurando que éstas sean cada vez más frescas e intensas, ¡Más reales! – se dice para sí; configura una forma de existir en base a lo que logra emocionarle intensamente, a la par que toma como equivalente de verdad o de sentido de vida todo aquello que sea emocionante. (Ramírez-Garza, “La verdad ¿Se siente? El Porvenir, Cultural 30/05/12) Después pasado un largo de un periodo el sujeto se cansa de la vorágine de emociones y buscar un descanso, pues a pesar de que al principio le emocionaban, terminan por agotarle dicho imperativo categórico: ¡Emociónate! ¿No es acaso el mismo funcionamiento del planteamiento del mercado con su aparente ofrecimiento incesante de objetos de goce de la emoción, que termina por agotarse (reducirse) a sí mismo, al tiempo que consume a quien consume?
La emoción está atada al instante, engaña, miente, así como aparece, desaparece y después de un tiempo, de repente sin saber cómo, puede volver a organizar algo; ello no es una dificultad o error en el orden, sino reflejo de lo que los humanos somos como sujetos, en tanto hablantes, un puro instante, corte, esbozo, balbuceo, algo que radica en lo fundamental del ser del humano: “no ser”, carecemos, padecemos de ser. De ahí que la ex emotion pueda tener diversa coordenadas que se suceden, desplazan o sustituyen unas a otras, pues su característica es la variabilidad. Justo como la función del pensamiento es la duda (la idea que remite a otra idea y de ésta a otra y a otra…) la de la emoción es la fugacidad, es decir, la variabilidad, de ahí que las ideas o decisiones tomadas por “emoción” estén atadas a su engaño. “No todo lo que brilla es oro”, advierte la sabiduría popular.
La explotación de la emoción la podemos encontrar como estrategia predominante del mercado, precisamente porque responde a los ideales del Estado del mercado-biopolítico de los gobiernos actuales: busca suprimir el pensamiento crítico y la participación social ciudadana mediante el adormecimiento, ya no solo a través de la censura forzada (asesinato, amenazas, etc.) sino mediante la saturación del sujetos por objetos de goce (drogas, medicinas, comida, bebida, etc.) que le hagan “sentir-libre” justamente ahí donde está más prisionero de los otros órdenes, político-económicos, explotando lo emocional de la historia y la política, el show del personaje y su vida telenovelera, más que las lógicas que subyacen a los grandes males de una nación, como son la pobreza, el desempleo, las fallas en el sistema educativo y de salud, debido a una extrapolación de las riquezas, entre otros. De ahí que habría que cuestionar “a martillazos” – como diría Nietszche- lo que cautiva y encanta de la emoción.
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Camilo Ramírez Garza - Opinión EMET
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