El Tepache

jueves, 31 de octubre de 2013

UN POCO DE MI VIDA IV

Raúl Díaz Berlanga

A finales del siglo XIV y principios del XV, las dos grandes potencias de aquellos entonces en el Viejo Mundo, el Papado y los Imperios, pierden fuerza. Una nueva clase social, la de los burgueses, va a entrar en escena y se empezarà a gestar el capitalismo, creciendo el comercio y las ciudades: Es la era de las innovaciones y de los descubrimientos. Declina en mucho la etapa del oscurantismo, pero no desaparecen la servidumbre ni la Santa Inquisiciòn contra los herejes y da comienzo paralelamente la Edad Moderna: El progreso, la comunicaciòn, la razòn y el humanismo, hacen acto de presencia en todo su esplendor. Aparecen en el panorama, Dante, Petrarca, Giotto Bottichelli, Lorenzo de Medici, Torquemada, Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Rafael Sanzio, Maquiavelo. Se desarrolla un movimiento intelectual y artìstico que se inspira en la antiguedad clàsica. Aparece la imprenta. Es la sublevaciòn de la humanidad de aquellos rumbos, contra la reglamentaciòn y la rigidez feudales. Es el primer vuelo del ser humano, hacia el goce de la vida, hacia el saber, hacia la confianza en si mismos. Se investiga y se expresa con audacia la verdad de la vida y la muerte, alejados del concepto de Dios y la Biblia, como habia sucedido durante largo tiempo en la Edad Media fundamentada en la Escolàstica, la alquimia y la astrologìa...

En nuestros territorios americanos, corriendo los años de 1440,  Nezahualcoyotl ( coyòte en ayuno), señor de Texcoco, poeta, erudito y arquitecto, aporta sus creaciones y escritos, destacando las reflexiones que hace acerca de la vida:
                                                            ¨¿Acaso de verdad se vive en la Tierra?
                                                             no para siempre en la Tierra:Solo un poco aqui.
                                                             aunque sea de Jade se quiebra
                                                             aunque sea de oro se rompe
                                                             aunque sea de plumaje de Quetzal se desgarra
                                                             no para siempre en la Tierra: Solo un poco aqui ¨

Los Mexicas Tenochcas, mis antepasados, fueron el grupo Nahuatl màs importante en el Mèxico Prehispanico. Provenìan de Aztlàn ( lugar de blancura o lugar de garzas). Fue un pueblo de acciones y hechos dignos de admiraciòn. Eran heròicos y realizaban sus mejores esfuerzos ante situaciones adversas y peligrosas. Fueron la potencia màs poderosa de mesoamèrica, portadores de las grandes culturas del continente amèricano, al aventurarse a conquistar territorios fuera de sus regiones naturales, alcanzando territorios màs allà de Guatemala y Honduras. Eran amantes de los mitos, de las leyendas, de la astrologìa, los libros, las danzas, la mùsica y la poesia.

La forma bàsica de organizaciòn, era el Calpulli. Consistìa en un clan o grupo de familias, las cuales solìan tener un ancestro comùn y se dedicaban a los oficios como la orfebrerìa, tallado de piedras, tejidos, medicina, comercio o a la agricultura. Sus integrantes, colaborabàn  estrechamente entre si y se protegìan mutuamente. El gobierno de la comunidad estaba en manos de un Calpullec, elegido entre las familias, contituyendo el mando total. La tierra era en su mayor parte, propiedad del Calpulli. El Calpullec la entregaba en parcelas a los jefes de las familias. Vivìan de su producto, pero no la podìan vender, ni dejar de cultivarla. Alguna parte de la producciòn, estaba destinada a sostener servicios pùblicos, religiosos o administrativos. Sobre esta base estaba edificada toda la piramide social que se desarrollò con bastante rapidez. Con ese poderìo, se fortaleció una aristocracia guerrera y administrativa que vivia del trabajo de campesinos obligados al pago de tributos al gobierno. Existieron esclavos, en su mayorìa prisioneros de guerra, destinados para el sacrificio a los dioses. Otros, por no solventar sus deudas hasta pagarlas. Los que habìan cometido algùn crìmen y aquellos, que se habìan vendido a si mismos, por encontrarse en la miseria. Eso sucedìa cuando escaseaban los alimentos o por las sequìas. Los esclavos debìan realizar trabajos para la clase gobernante y entregar productos de sus cosechas, asì como edificar palacios y templos.

La ciudad de Tenochtitlan, sede del poder mexica, fue de una belleza imponente, edificada sobre basamentos piramidales o cònicos. Estaba embellecida por varias piràmides recubiertas de pinturas en las que predominaban los colores rojo y azul cielo. Estos edificios, ùnicos en el mundo de aquel entonces, se levantaron por todas partes, como la del Templo Mayor, localizada  ahora en el centro de la ciudad, a un costado de la Catedral. Allì, fue hallada Coatlicue, madre de Huizilopochtli, principal dios de los mexicas. Su cabeza, està formada por dos serpientes, su falda tiene entretejidas varias serpientes y sus pies representan garras que simbolizan fuerzas naturales, la vida y la muerte y la unidad del mundo.

Los gobernantes se construìan palacios, vivìan de manera independiente. Existìan tambièn construcciones de habitaciones populares, en las que convivìan varias familias. Esas habitaciones, tenìan un gran patio al centro que operaba como espacio de reuniòn para conversar o llevar a cabo festividades o ceremonias. Afuera de la ciudad, se encontraban las viviendas de la gente comùn y màs allà,  las chozas de los forasteros. Los campesinos, vivìan dispersos en difrentes zonas en la campiña.
En el principal centro urbano, existìan unos ejes centrales, llamados calzadas que partìan del centro de la ciudad, hacia los cuatro puntos cardinales...

Los mexicas, llegaron a dominar de manera sobresaliente la herbolaria, identificando y aprovechando muchas plantas utilizables con fines medicinales y curativos. Conocieron las plantas de poder y los alucinògenos que usaban en sus ritos y ceremonias religiosas, para entrar en comunicaciòn con sus dioses. Los baños de temaxcal ( templo de vapor) eran muy socorridos y estaban manejados por brujos y hechiceros, ahì usaban directamente las plantas medicinales o de poder alucinògeno...Eran muy supersticiosos, aplicaban, la magia, las limpias y la astrologìa. Creìan que la vida de las personas estaba regida por la fecha de su nacimiento y la posiciòn de los planetas; habìa dìas favorables y otros nefastos para realizar determinadas actividades y se podìan escoger fechas adecuadas para realizarlas sin riesgo. De ahì la importancia del Calendario Azteca para tomar decisiones. Creìan en multitud de dioses que regìan los distintos aspectos de la naturaleza y de la vida humana.

La educaciòn mexica, estaba diferenciada por clases sociales. Los niños a la edad de seis años, se preparaban en el Tepochcalli: Desempeñaban tareas sencillas. De mayor edad, se les entrenaba para ser guerreros, valientes y obedientes. Las niñas se preparaban para realizar tareas domesticas y llevar una vida recatada. Los hijos de los nobles, asistìan al Calmecac, recibìan una educaciòn para llevar a cabo funciones de gobierno y mando. Existìan tambièn, casas de canto ( cuicacalli), mùsica y danza. El ideal educativo era: ¨Hombre maduro de corazòn firme como la piedra, corazòn resistente como el tronco de un àrbol, rostro sabio¨...

Para los mexicas-tenochcas, un rito muy importante, fue el de los sacrificios humanos que realizaban para agradar a los dioses, alimentarlos o enviarles mensajes: Se trataba de guerreros capturados en las guerras. Cada año se sacrificaban en Tenochtitlan miles de prisioneros, asi abastecian a Huitzilopochtli de: ¨Tortillas Calientes¨ ( guerreros sacrificados) para cuando quisiera y se le antojase comer. La Triple Alianza (Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan ) tenìan convenido el rito de Las Guerras Floridas, donde el juego se trataba no de realizar conquistas, sino de tomar prisioneros para ofrendarlos a los dioses. En algunas ocasiones, la carne de los sacrificados era consumida para lograr una estrecha relaciòn con la deidad a la que se le habìa ofrecido el rito.

Respecto a los mexicas, existen contradicciones entre las interpretaciones de los datos, pero todo apunta a la identificaciòn de una cultura altamente desarrollada, con grandes conocimientos que incluìan la astronomìa , la elaboraciòn de un sistema calendarico de gran precisiòn, acompañado del invento de la escritura y la forma de anotar nùmeros, glifos y realizar operaciones de altas matemàticas, calculando fechas con extraordinaria exactitud y anotarlas .

La elaboraciòn de sus construcciones y la realizaciòn de sus trabajos, demuestran la existencia de una sociedad organizada, capaz de coordinar la labor de centenares o miles de personas y la fuerza de un grupo gobernante estable que otorgaba uniòn y cohesiòn. Las experiencias acumuladas, asì como las formas de vida y la mentalidad que se crearon en aquellos entonces, constituyen una importante raìz de la idiosincracia del pueblo mexicano de hoy...

Recuerdo que por el barrio, atravesaban unos tranvìas de color crema  con lìneas verdes a los costados. Sus trayectos iban de la Villa de Guadalupe a Azcapotzalco, pasando por la calle de Peralvillo. Cruzaban todo Tepito y luego se introducìan en un tramo por el barrio de la Lagunilla y de ahì se iban por la Calzada Mèxico -Tacuba hasta llegar a Azcapotzalco. En uno de esos tranvìas, solicitaba al operador que me dejarà cantar. Subìa y me acomodaba en uno de los escalones de la bajada y cantaba La Cama de Piedra y Pancho Lòpez. Escogia ese lugar porque desde ahì nadie me veìa ya que me daba mucha pena hacer eso, pero ganaba algùn dinero que me servìa para pagar las tortillas o invitar los refrescos a la hora de la comida en mi casa. El trayecto lo hacia completo de ida y vuelta y me llevaba como una hora y media lograr esa meta.
-¿Quièn comprò refrescos? -preguntaba la abuela en tono inquisitivo-. Raùl le contestaba alguna de mis tìas...
-¿No estaràs robàndote nada verdad?
-Ay, mamà!!!-le increpaban mis tìas-. Hizo algunos mandados y de seguro le pagaron algo. ¿Por què tendrìa que robar?...
De todas maneras a mi abuela no le hubiese parecido en lo absoluto que yo estuviera cantando en los tranvìas. Ella siempre decia que trabajaba para que no nos faltarà nada y que nosotros no debiamos alejarnos del callejòn porque era muy peligroso. Ademàs que deberìamos de estudiar y no andar de vagos de aqui para allà.  El viaje hasta Azcapotzalco si era retirado y habìa muchas pulquerias y borrachos. Varios operadores ya me conocìan y hasta me cuidaban, pero no dejaba de ser peligroso aventurarse a ir tan lejos. A mi me gustaba mucho comprar los refrescos, me hacia sentir grande e importante al compartir el fruto de mi trabajo, fuera el que fuera. Llegaba a juntar con la cantada como un peso, cada refresco costaba  veinte centavos, el peso me alcanzaba para cinco. Me gustaban los  ¨orangechitos¨, los producia la Sidral Mundet y eran muy sabrosos. Los compraba en la tienda de Don Chano que tenìa un perro chaparro y feo que siempre me ladraba el maldito; en alguna ocasiòn, llevaba yo una resortera  y sin que nadie se diera cuenta, le di un resorterazo, pero para mi mala suerte, se me cayeron todos los refrescos que me habìan puesto en una caja y las ligas de la resortera quien sabe como se le enrredaron en las patas traseras al animal y como arte de magia, se estiraron y con el palo del mango,  recibì un tremendo golpe en uno de mis ojos que me dejò viendo miles de estrellas que tardaron en desaparecer, varias horas, Pinche Perro!!!

La vida en el callejòn de Carbajal, para mi, era todo una agasajo: Jugaba al trompo, al balero, al yoyo, que nos cambiaba la Coca Cola por algunas corcholatas y veinte centavos en los camiones repartidores, eran de plàstico macizo rojos y se llamaban Duncan, eran muy bonitos y hacerse de uno de ellos daba distinciòn en la pandilla.  Tambièn jugabamos a los huesitos, que los sustraìmos al comer chabacanos y con agua que pintabamos con una pastillas de colores, los teñiamos de rojo, verde y amarillos. Los rojos valìan màs que los otros y los apostabamos echando volados con alguna moneda. Pero lo que màs me apasionaba, era jugar a las canicas: Haciamos un cìrculo y colocabamos ahì la entrada que podia ser desde una cànica hasta las que quisieramos y sòlo podìan jugar los que tuvieran esa entrada. Se trataba de sacar tantas canicas como pudieramos, sin quedar atrapado al pegarle a la que queriamos sacar del cìrculo; si nuestra canica permanecia en el cìrculo, deciamos ¨Ahogado¨ y perdiamos todas las canicas que hubieramos apostado, sin oportunidad a continuar jugando...En otras ocasiones, jugabamos al ¨Hoyito¨ que consistìa en hacer entrar a la canica en un hoyo y entonces uno se convertìa en un poderoso ¨matòn¨ que con sòlo pegarle a otra canica, podìa hacerse de ella, siempre llevando el juego hasta que se fallaba al no darle a la canica del contrario y entonces otro podìa intentar accesar al hoyito  cambiando al matòn y asi sucesivamente. En el juego gritabamos: ¨ no robes mano ¨ que consistìa en alargar la mano màs de la cuenta al tirar y ¨Safin safado, no es perdonado¨, cuando por error al hacer el tiro de la canica, se les safaba del dedo. Y si por equivocaciòn  alguien se volvìa a meter al hoyito gritabamos: ¨Ahogado¨ y  perdìan el juego retiràndose...El tiempo transcurria rapidamente sin darnos cuenta y mi abuela me iba a buscar para darme de zapes por no hacer la tarea de la escuela, como si eso fuera muy importante o valiera màs que mi juego...Entre mis recuerdos, aùn conservo algunas de mis hermosisimas canicas que se llamaban àgatas, hechas en Alemania de un solido vidrio...Maldita tarea, horrible escuela!!! Què demonios se le metìan a la cabeza a mi abuela? Maldiciòn!!!

El callejòn, estaba integrado por varias vecindades: La del 7, la del 10 y la del 14, en esta ùltima, vivìan los màs aguerridos y era la de mayor poblaciòn. En cambio la nuestra estaba compuesta por sòlo cinco viviendas cuyas puertas daban a la calle y habia otras dos en el interior, en el patio trasero.
Una pertenecìa a Doña Marina, mujer guapa, de buen cuerpo, esbelta, de enormes pechos, que se la pasaba fabricando en un cuartito, cremas para la cara, manos y cuerpo, para luego irlas a vender a cualquier lado que se las compraran, llevando y trayendo chismes de todas partes, era una especie de correo humano. A esa señora, siempre la veìa con toda la cara grasienta, embadurnada de mascarillas de todo tipo. Le gustaba hablar mucho, parecia toda una guacamaya y como se la pasaba con mis tìas chismorreando, acababa por marear a mi abuela ponièndola muy de malas, lo cual eso a mi me perjudicaba, porque entonces los permisos para salir a jugar escaseaban o de plano no los habìa.
- A esa mujer, no le para la boca-decia muy molesta mi abuela-. Y ustedes para colmo-refirièndose a mis tìas- que le hacen la segunda, ni crean que les va a aumentar la belleza con sus mentadas cremas esas...Cualquiera que se unte manteca de cerdo en la cara, se le pone tersa la piel ¿No?-remataba.
Se daba un pequeño silencio
-Pero mamà, No, por Dios!!!-la defendìan ràpidamente las ingenuas de mis tìas-. Esas cremas son muy buenas y a ti porque ella te cae muy mal, pero las deberìas de usar tù tambien, tienes la piel muy maltratada, mìrate en el espejo, te ves màs grande de la edad que tienes...
Ese tipo de comentarios, tambièn hartaban a mi abuela y las cosas se ponìan color de hormiga en la casa, yo solo alcanzaba a taparme los ojos con las manos, ay, mis tìas...
-Tiempo habrìa de  yo de tener, pero para dormir!!!-gritaba muy fuerte mi abuela- que esa falta de sueño que me cargo desde hace un buen rato, acaba con una con cremas y sin cremas!!! ¿Verdad, vanidosillas?
-Si, mamà- finalizaban derrotadas siempre mis queridas tìas y yo con el riesgo de no poder salir, ¡bah!

La otra vivienda, pertenecia a una anciana chapada a la antigua, siempre vestida de negro. Su figura era de bruja.  Se peinaba de chongo alto y su cabello era color plata.Ese chongo espantoso que se hacia en la parte alta de su cabeza, parecìa màs bien, un nido de pajaros o de viboras. No usaba aretes, ni ningùn otro adorno.  Su rostro era adusto y no emitia ningùn gesto, su mirada era lejana. La verdad, no parecia mujer. Era la dueña de todo ese conjunto habitacional. La gente le tenìa miedo y solo la observaban en su lento caminar por el callejòn, cuando salìa a hacer algunas compras, cosa que era de vez en cuando. A mì me pedia con frecuencia que le hiciera algunos mandados, como ir a comprar verduras y huevo en la tienda del ¨Buzo¨ que se encontraba en la calle de Peralvillo, junto a la pulqueria de la esquina, dando vuelta hacia la izquierda. Ella me daba 20 centavos por cada mandado y me comentaba que lo hacia porque yo no le robaba y siempre le cumplia con todos sus encargos. A mi ella no me daba miedo, pero si me impresionaba mucho su aspecto personal, sobre todo su vestimenta toda de negro, zapatos, medias, falda, blusa de mangas largas, todo de negro; su pelo cano peinado en chongo alto, toda ella me parecia horrible y ademàs anciana, pero eso sì, derechita, derechita como un palo y muy limpia. Daba la impresiòn de estar viva, porque caminaba, pero tambien de estar muerta, porque lo hacia con mucha indiferencia, como si nada existiera, solo aquello que su lejana mirada imaginaba. Se levantaba a las cinco de la mañana a barrer y regar el piso del callejòn que no tenìa pavimento. Nunca, que recuerde, dejò de hacerlo, ni tampoco nadie osaba en asaltarla, capaz que les respondia con un maleficio o algo parecido, engarrotàndolos...

La escuela primaria a la que asistìa, se encontraba enclavada en la Colonia exhipodromo de Peralvillo -en esa Colonia iba a vivir años adelante-. Era una escuela pùblica, grande, con dos patios. Concurrìan niños de mayores recursos econòmicos y con otros valores. Mi abuela no querìa que estudiaramos en nuestro barrio, decia que allì, todos eran unos salvajes. Lo que sucede, es que a mi tìo Ortiz- se llamaba Roberto, pero yo me referìa a èl por su apellido y asi se le quedò, les hacia gracia-, en una muy desafortunada ocasiòn, unos terribles compañeros de su escuela Secundaria, la que estaba  precisamente ubicada en la Calle de Parcialidad, jugando, jugando, lo atraparon y le hicieron una maniobra en su columna vertebral y se la fracturaron...Fue tremendo todo eso, mi abuela demandò al Director de la escuela y los alumnos fueron expulsados del plantel. De ese asunto tengo recuerdos muy borrosos, estaba aùn màs pequeño, aunque recuerdo el arnès que mi tìo tuvo que usar por un largo tiempo.

El horario de la primaria, era de 8 de la mañana, a 12.30 del dìa. Me llevaban y me recogìan mis tìas, Chela y Rosita. Cruzabamos la glorieta de la Ronda y luego tomabamos el camino de la Calzada de Guadalupe y ya nos introducìamos por la calle de Peralvillo en el barrio. En los alrededores, habìa varias vìas de ferrocarril y ahì estacionaban algunos vagones que ya no operaban o estaban en reapraciòn. Toda esa zona, digamos de la parte trasera del Barrio de Tepito, eran solares, donde merodeaban muchos pordioseros o malvivientes. Ahora ahì, se encuentran construidos los edificios de la Unidad Tlatelolco, pero anteriormente, en mi època, eran una especie de patio de vagones del ferrocarril de la estaciòn Buena Vista que se ubicaba a un costado de la Colonia Guerrero, justo bajando el puente de Nonoalco-Tlatelolco, hacia mano izquierda. Era menos riesgoso, tomar el camino por la glorieta de la Ronda y luego continuar rumbo a Peralvillo que irse directo, ahorràndose un poco de tiempo, pero teniendo que transitar por esos terrenos baldios y altamente peligrosos. Llegando al callejòn, me sentìa como pez en el agua y lo primero que hacia, era dejar mi mochila a mis tìas e irme derechito a la vecindad del 14-que por cierto olia muy feo, por tener los wc a la entrada-, para ver a doña Paola que a esa hora, màs o menos la una de la tarde, estaba haciendo unos sopes para la comida del ¨Tanis¨, su hijo que llegaba como a las dos. La vecindad del 14, era muy grande, tenia un gran portòn de madera a la entrada, que permanecia abierto durante todo el dìa pero que en la noche lo cerraban a piedra y lodo y quienes llegaban tarde, tenian que pagarle una cuota al conserje para que les permitiera entrar. Los sanitarios se encontraban justo ahì -las viviendas no contaban con baño propio-, en un espacio entre la entrada y el patio, como para que el mal olor se ventilara con la corriente de aire, pero la verdad, màs bien se esparcìa y estaba impregnado  en las paredes. Era tremendo todo eso. Luego seguia un gran patio, el cual tenia al centro unos grandes lavaderos, con una pileta comunal, de donde las señoras hincadas, con unas latas de aluminio, de esas donde empacan las sardinas, tomaban el agua para llevarla a su lavadero echàndosela a las ropas que estaban lavando. Alrededor, del gran patio, se encontraban las viviendas, eran unos cuartos,  no muy amplios, con su puerta de entrada, un espacio pequeño como de cuatro pasos y luego la habitaciòn cuadrada, de techo alto, en la que apenas cabìa un pequeño comedor con  sus sillas, una vitrina y otra pequeña mesita, con el tapanco arriba para las camas. No habìa espacio para la estufa, si acaso una parrilla de petròleo o de gas. Eso era todo. Habia muchos cuartos como esos en toda la vecindad, que contaba con un segundo patio, tan amplio como el primero, pero sin pileta para lavado de ropa. Ese patio lo usaban, para hacer sus fiestas y reuniones...

Doña Paola, sacaba su anafre y su comal, y ponìa afuera la mesita, con sus sillas y ahì en ese espacio exterior, comiamos sus riquisisimos sopes. A mi me gustaban mucho los de salsa roja. Torteba la tortilla con sus manos, las hacia redonditas y luego las colocaba en el comal hasta que se cocian. Despuès las colocaba en un tortillero envueltas en una servilleta roja, evitando asì que se enfriaran . Cuando llegaba el ¨Taniz¨, sacaba las tortillas y les daba unos pellizcos a todo el rededor, para evitar que se derramara la salsa, que podia ser verde o roja y les colocaba su cebolla picada y su queso, esos eran los  increibles sopes, de doña Paola.
-¿Ya llegaste, zangano?- me decia-. Yo ni sabia que me queria decir con esa palabra. Ella nada màs se reia a carcajadas. Despues llegaba el ¨Taniz¨ que era uno de mis idolos del barrio, era muy bueno para los golpes, no habia nadie que le ganara y eso que existìan otros en el callejòn, tambièn muy buenos para pelear. Yo era de sus prefridos y me sentìa bien poderoso al ser su amigo. Nadie se metìa conmigo, sòlo los de mi edad o un poco màs grandes, pero nadie abusaba de mi, por mi amistad con èl. El ¨Taniz¨ trabajaba en una empresa de articulos electricos, tenia como 23 años, era fuerte y bien parecido, su piel no era morena, sino rojiza, muchas chicas lo buscaban, pero èl, era muy serio y bien portado, no fumaba, ni tomaba, hacia mucho ejercicio. Casi no hablaba, nada màs se sonrreia con mis puntadas y que su mamà a cada rato me decia: Zangano y se botaban de risa los dos...

Las otras vecindades, la del 7 y la del 10, estaban mucho mejor presentadas. La mejor era la del 7, incluso por sobre la nuestra. Tenia tambièn su gran portòn de madera, un amplio pasillo a la entrada, su patio y las viviendas, eran mucho màs amplias con dos o tres recàmaras y baño interno incluido. Los inquilinos si querian, podìan hacerle su tapanco. Algunas de ellas daban a la calle. En esa vecindad, compraba unos cubitos de hielo de sabores con un palito al centro, como si fuera una paleta, los hacia una viejita que vivia sola. Los daba a cinco centavos. En una de esas viviendas, vivìa mi madrina Delfina. Se podìa entrar a su casa, por el patio o por la calle. Nosotros, casi, viviamos frente a ella. Se dedicaba a la compra venta de objetos y a prestar dinero. Ademàs, adivinaba la suerte y hacia lìmpias con hierbas y vendia mejunjes y veladoras para los amorios y para tener dinero. Mi madrina, era  gorda, gorda, alta, de tez morena y pelo corto color plata. No era fea, su cara redonda, con sus ojotes negros, sus grandes aretes y siempre muy limpia y arregladita. Tenia a su disposiciòn varias personas que la auxiliaban en todos sus asuntos personales; una era la mamà de Sergio y la otra, una hija adoptiva, Irene. Sergio era como su secretario particular que recibia a los clientes, pero en verdad ni ayudaba en nada y si gastaba dinero. Tambièn estaba Rene, un morenito, otro hijo adoptivo, hermano de Irene, que era muy estudioso, asistìa al Politecnico Nacional, pero a la vez tambièn muy rebelde y latoso, me molestaba bastante ese personaje. Siempre me le trataba de esconder para evitarlo. Mi madrina tenia dinero màs que suficiente. Trabajaba mucho y al parecer lo hacia muy bien, pues el dinero le sobraba hasta para prestarlo a rèditos. Nos ayudaba para comprar alimentos en varias ocasiones. Ella era mi madrina de bautizo, de ese que mi abuela habìa dicho que no valia, porque habia sido en grupo y con otros niños y adultos sin bautizar...Para mi. la madrina Delfina, representaba un ser màgico todo poderoso que dominaba otras dimensiones y a los espìritus. Sabìa que siempre nos apoyaba en todo, pese a su caràcter duro, mandòn e impositivo...Yo quise mucho a mi madrina Delfinita, la admiraba...

La vecindad del 10, era un edificio de dos pisos. Tenia dos departamentos al frente, uno a cada lado de la puerta de hierro de la entrada. Dentro, venian los pasillos y a cada uno de los lados las puertas de las viviendas que eran amplias con un pequeño patio y con escaleras internas para subir al sgundo piso. Esa construcciòn por dentro, parecia un laberinto oscuro, pero estaba bien distribuida. En uno de los departamentos de la entrada, vivìa Kiko y su mamà doña Paula. Kiko era trabajador de una empresa de dulces y chocolates llamada Lux. Tenìa su camioneta de reparto, de esas grandes cerradas, donde transportaba sus productos para surtir a  todas las tiendas del barrio. Siempre que me acercaba a saludarlo, me obsequiaba un caramelo. Eran unos cilindros como de  cinco centimetros, con una lìnea blanca que iba dàndole vuelta. Me gustaban los amarillos y los rojos, esos eran los màs sabrosos,  La gente los molestaba con frecuencia. Ellos eran norteños, gueros y altos y les hacìan la vida pesada. Kiko, tendrìa algo asi, como 25 años. Era galàn y las chicas  lo acosaban  mucho, eso prendìa a los muchachos del barrio que no perdìan la oportunidad para estarlo fastidiando y azuzàndolo para pelearse con èl. Estaba fuerte, el cargar cajas le habia desarrollado su cuerpo. Pero nunca se peleò con ellos, a  pesar de que un dìa de plano le rompieron el parabrisas de su camioneta. Era muy precavido y sabia que lo atacarìan en grupo y si podìan hasta se lo cemerìan vivo. Mejor era llevarsela bien con ellos, ignorarlos y ponerles mucha distancia.

En alguna ocasiòn, al llegar de la escuela, salì al callejòn a jugar. Ya habìa pasado a la casa del ¨Taniz¨ y tratè de observar si los sopes ya estaban listos. Desde los lavaderos, vi que doña Paola, no habìa ni siquiera sacado el comal, parecia que no se encontraba en casa, cosa que se me hizo extraña; ademàs, que al entrar a la vecindad, las señoras de los lavaderos, se me quedaban viendo de manera rara y con rostros agresivos. Fue por eso que me retire de inmediato y mejor me fuì de ahì. Al estar jugando a las canicas con mis amigos, de repente se escucharon unos gritos muy fuertes y salieron corriendo muchas señoras y hombres de la vecindad del 14, armados con palos y cinturones, al tiempo que otro grupo de gente, tambièn aparecian igual de armadas, corriendo de las vecindades del 10 y del 7. Se enfrentaron todos contra todos en el centro de la calle, pero era tanta la confusiòn, que se golpeaban los unos contra los otros, sin saber ya a quienes agredìan. Se supone que la lucha era los del 14 contra los del 7, apoyados estos por los del 10. Pero a la hora de los golpes y los garrotazos, eran todos contra todos...Fue una trifulca que duro varios minutos. El espectàculo fue mayùsculo, sorpresivo, muy interesante y muy emocionante. Por supuesto que hubo varios heridos. Llegaron las ambulancias de la cruz roja y las patrullas de policìa, porque don Chano, les habìa llamado por telèfono desde su tienda. Nadie daba crèdito como se podìa convivir y sobrevivir en el barrio. Apenas si me diò tiempo de recoger mis canicas de lo ràpido que sucediò todo. Se supone que habìa una organizaciòn civilizada, pero la verdad, es que viviamos como guerreros, cuidàdandonos unos de otros, al dìa, con muchas carencias y multiples necesidades, en un Mèxico que trataba a toda costa de ser pacìfico y avanzar, pero creo que nuestro pasado aguerrido nos condenaba a ser los que eramos, muy peleoneros, sin saber para que luchabamos ni por què, como si se tratra de guerras floridas para atrapar prisioneros y ofrecerlos para alimentar a los dioses... Nunca se supo el motivo de la lucha en el callejòn, nuestro lema era: Sàlvese quièn pueda!!!

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