El Tepache

jueves, 17 de octubre de 2013

UN POCO DE MI VIDA

Raúl  Díaz Berlanga


Son tantos los pasajes, històrias, anècdotas y sucesos de mi vida que no sè por dònde iniciar, ni tampoco por donde pueda terminar...

Recuerdo que me encontraba internado en una Academia militarizada en la ciudad de Puebla. Una ciudad intermedia entre la gran capital del paìs y el Golfo de Mèxico, por el lado del centro de Veracruz. Esta ciudad poblana, siempre jugò un papel muy importante en nuestra formaciòn històrìca: La mayorìa de las veces fue bastiòn de extranjeros que perjudicaron a los mexicanos...En el Imperio de Maximilano y Carlota, fungieron no sòlo como aclamadores y admiradores de los monarcas europeos, sino que les brindaron una cordial bienvenida, ya que la Iglesia, siempre ha tenido un gran control en ese territorio. Pero tambièn ahì, se escenifico la gran batalla de los zacapoaxtlas contra el ejèrcito francès en 1862, vencièndolos de manera clara y contundente, para asombro del mundo entero, del propio Napolèon III y del clero...

Mi padre y mi madre, habìan decidido que tanto mi hermano mayor, como yo, deberìamos de estudiar en algùn lugar donde se nos disciplinara y corrigiera; al decir de ellos, resultabamos imposibles de educar. Mi hermano tenìa 13 años y cursaba el primero de secundaria. Por mi parte tenía 10 años y habia reprobado el cuarto año de primaria. Parte de la verdad, era que tambièn se trataba de castigarme por  no haber acreditado en mis estudios y a mi hermano mayor lo incluyeròn para acompañarme. La otra parte de la verdadera decisiòn, era que mi madre y mi padre no se podìan ver frecuentemente, debido a que nosotros existìamos y como mi papà por su trabajo viajaba constantemente, ellos sòlo se podrìan ver en algunos sitios y nosotros por los compromisos escolares, obstaculizabamos los acercamientos. Una parte oscura de la historìa, era que mi madre ante las largas ausencias de mi padre, se deprimìa mucho y nos tenìa medio abandonados y la familia de mi padre le echaba toda la culpa a ella respecto a nuestro tremendo comportamiento e ingobernabilidad. La madre de mi padre, es decir mi abuela paterna, querìa sustituir a mi madre en sus funciones y ya habìan urdido un plan para hacerse cargo de nuestra educaciòn, desplazando por completo-segùn ellos- a la incompetente madre que nos asistìa...Entonces en discuciones muy acaloradas, mi madre cediò a internarnos con tal de no ser sustituìda, quedàndose acompañada por mi hermano menor de tan sòlo de cinco años, con el que si podìan viajar y acompañarse sin tanto desajuste familiar.

Nosotros vivìamos en el puerto de Veracruz y procedìamos de la ciudad de Mèxico D.F. Transcurrìan los años 50s. El puerto  jarocho, està considerado como uno de los màs importantes de mi naciòn. Ahì se reciben y se exportan infinidad de mercancias: telas, muebles, automoviles, camiones, herramientas, alimentos, granos. Mi padre era agente de ventas de un laboratorio mèdico suizo y segùn èl, si nos trasladabamos a Veracruz, nos podrìa ver màs seguido. El viajaba a lo largo y ancho de todo el territorio del sureste del paìs. La realidad fue otra, sus ausencias continuaron siendo las mismas, a mi padre lo veìamos muy poco y casì siempre nos la pasabamos muy solos los cuatro, alejados ahora, de todos nuestros contactos familiares. Parece que esa fue otra parte de la estrategìa, està maquinada por mi propio padre que deseaba a toda costa, cortar con toda influencia  por parte de mi abuela materna...

Mi madre, muy joven, se habìa casado con mi papà a los 17 años. Se la pasaba solita y su estilo de ella, no resultaba muy caluroso ni afectivo hacia nosotros. Considero que era una buena mamà, con buenos principios y valores, pero su trato si era distante, aunque muy correcto y amistoso. Màs bien daba la impresiòn de ser nuestra hermana mayor màs que una madre. Eramos una familia extraña, convivìamos pero al mismo tiempo parecìamos como ausentes, cada quièn en su mundo de manera muy independiente. Era en el espacio de la cocina donde nos encontrabamos màs cercanos para tomar nuestros alimentos y platicar un ratito. En otros momentos coincidiamos en la sala para escuchar la radio. Nosotros no tenìamos televisiòn. A veces, en un pequeño radio alemàn Philips, que lo podiamos trasladar de un lugar a otro, nos ubicabamos en la recàmara de mi mamà que compartìa con mi hermanito, y escuchabamos algùn programa còmico que se transmitìa por la XEW. Era ese, quizàs,  el momento de mayor cercanìa entre nosotros. Pero, si eramos un equipo extraño, rayando siempre en la tristeza y sintiendo mucha soledad, aunque ese tema nunca se tocarà...Parece que ninguno de nosotros, sabìa muy bien en que consistìa eso de los sentimientos, ni mucho menos que se debìa de hacer con ellos o donde colocarlos. Lo que si, era que, casi siempre, estabamos como molestos y enojados con muy poca resistencia para soportar a alguien y lo primero que se nos ocurrìa, era aislarnos o pelear entre hermanos casì a muerte...Eso ya tenìa muy loca a mi madre...Nuestro radio Philips, era nuestro mejor aliado, nos hacìa estar juntos sin pelear, sonrreìamos y nos relajabamos. Recuerdo un programa de concurso de preguntas y respuestas que se llamaba el Dr IQ. Se me hacia muy interesante y divertido, aprendìa mucho en èl. Los trabalenguas me encantaban y las preguntas y respuestas de història y literatura eran mis preferidas.  A quièn ganaba le otorgaban un premio en efectivo. Esos momentos en la recàmara de mamà eran de una gran magia. El radio media un poco màs de cuarenta centimetros de largo, unos treinta centimetros de ancho y de alto unos cuarenta centimetros tambièn. Era de color blanco y rojo oscuro. Por su parte trasera tenia una cubierta de madera compactada que por algunos agujeros, dejaba ver sus bulbos. El cuadrante estaba al frente y se tenia que girar para ir localizando las distintas estaciones. El botòn de encendido era de plàstico color negro y cuando lo accionabamos, se prendía un pequeñito foco azul que quedaba hacia el lado derecho en la parte superior. Yo siempre me acercaba lo màs que podìa a la luz brillante del foquito, tratando de ver si existìa alguien dentro del aparato. Las televisiones empezaban a venderse y eran muy costosas, nosotros no podìamos darnos esos lujos. La programaciòn radiofònica que nos agradaba, daba comienzo por las noches. A las ocho en punto, diariamente, no nos perdiamos el programa còmico del Panzòn Panseco con sus ciento treinta kilos de peso, su sirvienta Domitila y la telefonista Cuca. Los dias mièrcoles a las nueve de la noche, el programa de Viruta y Capulina, que para mì, era todo un agasajo. Y tambièn nos gustaba mucho el programa de Manolin y Shilinsky, trovadores  y cantantes còmicos que se transmitia los dias viernes tambièn por la noche...En nuestra casa, era todo un ritual escuchar los programas de la XEW, La Voz de la Amèrica Latina desde Mèxico, los de la XEQ y la XEB, la B grande de Mèxico...

Pero, fuera de esos momentos radiofònicos nocturnos en la recàmara de mis papàs, en donde mi madre se recostaba en su cama y nosotros estabamos a su alrededor, pero sin acercarnos a ella, solo atentos escuchando el receptor, nuestras vidas, resultaban ser raras, extrañas sin colorido, muy planas, sin objetivos precisos que perseguir. La presencia de  la figura paterna nos era esencial, muy necesaria, no le encontrabamos gran sentido a nuestras vidas y  a mi madre, sòlo se le ocurrìa  llevarnos al mar y a una alberquita cerca de la casa a nadar y no existìa ninguna otra actividad creativa; ademàs, porque no existìan muchas posibilidades monetarias, mi padre mandaba lo exacto y justo para lo necesario, sin lugar para gastos extras o diversiones costosas. Mi gran recurso y refugio ìntimo, era la imaginaciòn, vivìa en un mundo aparte y ahì me realizaba sin que nadie se enterara, ni me molestara...


Pese a todo, mi madre hacia hasta lo imposible para sacarnos adelante emotivamente: nos inscribiò al club Regatas donde nos enseñaron a nadar a mi hermano mayor y a mi. Mi otro hermano, aunque ya caminaba muy bien, no lo aceptaban por su  corta edad. Los cuidados que habìa que brindarle, ocupaban gran parte de su tiempo libre. Parecìa que  a ella no le agradaba vivir en el puerto veracruzano, se la pasaba sudando y soplàndose a cada momento. Mucho menos le agradaba que mi padre la hubiera engatuzado con el cuento de que de esa manera la podrìa ver màs seguido. La trama del alejamiento de la abuela, para acabar con su influencia en nosotros, fue quedando cada vez màs clara y al descubierto, lo cual tenìa muy molesta a mi madre. Mi padre decìa que mi abuelita se metìa en todo, pero la verdad, es que màs bien nos apoyaba en todo y en un sin nùmero de situaciones, en las que mi padre estaba ausente, nos tendìa la mano y resolvìa los asuntos, ademàs ella si lograba transmitirnos afecto y por supuesto, sometìa a crìticas severas a mi padre por la cuestiòn de sus largos viajes y repetidas e inumerables ausencias. Sin embargo, he de admitir que jamàs hubo problemas con los gastos, mi padre fue un buen proveedor y muy responsable con sus obligaciones monetarias, pero en cuanto a asuntos de afecto, las fallas fueron mayùsculas y respecto a la disciplina, regaños y golpes, sobre todo, muchos golpes, siempre estuvieron a la orden del dìa, era un hombre demasiado agresivo y violento, nos tenìa  muy espantados y cada vez que lo veìamos o nos visitaba, debìamos tener mucho cuidado con todo lo que hacìamos, porque por lo regular todo terminaba en golpes e insultos. Recuerdo que ya jòvenes, mis hermanos y yo, mi madre ya habìa fallecido en un accidente automovilìstico, mi padre fue encarcelado durante doce años, debido a su violencia, por haber matado a otro hombre. Los abogados esgrimieron el argumento de homicidio en riña, pero la contraparte postulò que el homicidio se habìa cometido despuès del pleito entre ambos. El juez fallò en favor del agraviado. La verdad, es que papà se habìa retirado de los laboratorios mèdicos, y se  habìa dedicado a la agricultura, pidièndo un prèstamo al banco agrario, dejando en garantìa  unas tierras que poseìa. Al irle mal en la cosecha, porque ese año no lloviò, no pudo cubrir el pago de la deuda y un empleado del mismo banco, la pagò a precio muy bajo y se quedo con los terrenos de mi padre. Eso lo enfadò mucho a èl . Ese empleado, ya habìa tenido varios problemas con mi papà, pues tenìa que pasar por su territorio para poder accesar a las tieras adquiridas. En una ocasiòn, al empleado bancario se le ocurriò tomar agua de los terrenos de mi padre, sin su permiso, eso lo enardeciò mucho y en otra ocasiòn que se encontraron, mi padre le reclamo su irrespetuosa acciòn. Cuentan que el señor iba en su camioneta y mi papà le hizo la parada y le reclamò airadamente por la ventanilla y que para sorpresa de todos, el empleado bancario, sacò una pistola y le disparo a la cabeza a quema ropa, pero le diò en el cuello, dàndose a la fuga. Mi padre, desangràndose, entrò a su casa por su rifle y  como sabìa hacìa donde se dirigìa su agresor, se envolviò el cuello con una toalla y fue en su bùsqueda. Desde una loma, se recargo en una roca y desde ahì, hizo algunos disparos hacièndo blanco en la persona de su agresor. Las autoridades calificaron el hecho de alevosìa y ventaja...Mi padre al ser agredido, deberìa, segùn las autoridades y la ley, haber dado parte del hecho y no hacerse justicia por su propia mano. La verdad, es que ese señor, tenìa una hija que era la secretaria particular del tesorero de Puebla y como el pleito fue en las cercanìas de esa ciudad, el peso de  toda la ley, se lo aplicaron sin mucha justicia a mi  señor padre...De todas formas, si fue su agresividad desmedida la que lo condujo a transitar por ese destino. Con mi padre no habia medias tintas o se era o no se era y no habìa màs: Genio y figura hasta la sepultura!!!...

Reprobar el cuarto grado en la escuela, no poder tener concentraciòn para asimilar la informaciòn, dejar de lado màs exigencias, era lo ùnico que yo podìa decidir, era la salida màs sencilla ante el desolador panorama familiar: Vivìamos atascados en un charco de desiluciones, soledad y desesperanza. El inmenso mar se encontraba frente de nosotros, repleto de olas y espuma blanca a lo largo de las bellas playas y nosotros contemplando solo nuestras tristezas y amargura...La depresiòn nos abrumaba, caìa sobre nuestros cuerpos como una pesada laja de hielo que nos asfixiaba lenta y frìamente. La vida poco nos ofrecìa a nosotros, no nos importaba nada, no distinguìamos nada, no disfrutabamos nada.  Nuestra percepciòn estaba muy alterada. Lo que hacìamos no resolvìa la vida y para colmo irìa a  parar a un internado militar para dizque corrregirme...

Pero cuando escuchaba las sirenas de los barcos que daban aviso a las autoridades portuarìas de la capitania, de cruzar la bahìa rumbo a mar abierto, subìa desesperadamente las escaleras que conducìan al cuarto de la azotea, para a travès de la ventana, ver la inmensa embarcaciòn de acero surcar el mar, imaginando intensamente en irme algùn dìa a recorrer el mundo, dejàndo de padecer la ruina de vida que me habìan ofrecido mis incomodos padres...Mi destino, por desgracia, serìa otro muy distinto...


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