Dinero que anula
Injusticia mediática
Tarjetismo amenazante
Pleito ratero contra AMLO
Injusticia mediática
Tarjetismo amenazante
Pleito ratero contra AMLO
Julio Hernández López
CONFERENCIA DE PRENSA. Jesús Murillo Karam y Pedro Joaquín Coldwell, dirigentes del PRI, denunciaron que el Movimiento Progresista utilizó recursos que no declaró al IFEFoto Yazmín Ortega Cortés |
Gravemente tocada no por conducta o hechos atribuibles a ella, sino
a su hermana, acusada de formar parte de una banda de secuestradores, la
polémica empresaria y activista Xóchitl Gálvez ha reiterado su decisión de no
participar más en política. En estricto sentido, la simple vinculación familiar
no debería afectar a quien especial relieve público tuvo durante el sexenio
encabezado por Vicente Fox y que en años recientes ha sido candidata a cargos de
elección popular a nombre del PAN, aunque sin militar formalmente en este
partido.
Sin embargo, entre otras distorsiones de nuestra vida pública, los ciudadanos
con relevancia pública pueden ser lanzados al torbellino de la injusticia
periodística que suele castigar social y políticamente ciertas relaciones
familiares, aunque no haya constancia ni indicios de corresponsabilidad. Esas
formas de linchamiento mediático han sido especialmente practicadas durante la
presente administración federal, que hizo costumbre el difundir propaganda
oficial en medios electrónicos, declarando con cavernosas voces como culpables
absolutos a quienes apenas habían sido detenidos como presuntos partícipes de
actividades de narcotráfico, muchas veces luego absueltos o sentenciados por
faenas infinitamente menores a las difundidas en el desquiciado reino del espot
rojo.
Gálvez (quien buscó el gobierno de su natal Hidalgo, y cuya salida de escena
y tragedia familiar acabarán beneficiando a los caciques priístas locales, ahora
encumbrados en el peñanietismo con Jesús Murillo Karam y Miguel Ángel Osorio
Chong) dijo ayer que su adiós a la política se debe a la confirmación práctica
de que las contiendas electorales son marcadamente inequitativas y que
el dinero es el principal factor hoy para ganar una contienda política.
Justamente el tema del dinero y su uso político y electoral está hoy en el
centro de un delicado litigio de pistas múltiples que por primera vez da cuerpo
a la posibilidad de que los resultados oficiales de una elección presidencial
muy amañada (hasta niveles delictivos) entren en rangos de peligro visible.
No
es que de pronto los organizadores y los juzgadores de los comicios sucios
hubiesen tenido revelaciones y cambios súbitos de personalidad. Lo que sucede es
que cada día surgen más pruebas del tejido de una red de financiamiento para
operaciones electorales fraudulentas en favor de Enrique Peña Nieto y esos datos
no pueden ser borrados o jurídicamente desdeñados.
Para efectos jurídicos, el PRI ha ido desahogando una confesión lenta pero
irreversible de hechos presumiblemente constitutivos de delitos varios, tanto en
la manera de conseguir recursos para la campaña de EPN (muchos de ellos
provenientes de tesorerías estatales, como se ha visto en los contratos con
Soriana) como en el fondeo de las tarjetas Monex con las que se distribuyó
dinero a quienes ejecutaron directamente el fraude extracasillas del primer
domingo del mes en curso.
Tales pruebas no constituyen por sí mismas (la normativa electoral fue
diseñada concretamente en 2007 para cerrar el paso a opciones no aceptadas por
la partidocracia constituida por PRI, PAN y perredismo chucho, más aliados
menores) una opción de anulación o invalidez de los comicios mencionados, salvo
que el tribunal electoral decidiera asumir la tesis de la causalidad abstracta,
que privilegia el espíritu general constitucional, en especial el sentido de
equidad en la competencia y de libertad en el sufragio.
Sin embargo, la acumulación de pruebas de fraude adquiere una dimensión
especial frente a la movilización cívica creciente contra esos comicios y sus
resultados inaceptables. De una negativa original en absoluto, e incluso una
intención de culpar a otros partidos de presuntas confecciones artificiales, el
PRI ha ido aceptando en primer lugar la existencia de las tarjetas famosas y
luego su relación con ellas, a través de un contratante intermediario, para el
pago a operadores electorales pero adjudicando ese gasto al ejercicio corriente,
como actos de capacitación, porque de otra manera quedaría plenamente demostrado
el uso de esos recursos en tareas plenas de campaña, con el natural rebase de
los topes establecidos.
Las indelebles huellas del delito (ironías de la modernización: los mapaches
antiguos manejaban todo en efectivo, sin dejar constancia alguna de orígenes ni
destino) pueden sustanciar la concurrencia ante instancias internacionales por
parte de los afectados si no son desahogadas adecuadamente por el tribunal
electoral federal, y aumentarán el enojo social ante la imposición
pretendida.
Colocados por primera vez ante riesgos ciertos, los priístas de élite han
echado mano a sus fierros. El rijoso Diego Fernández de Cevallos ha aparecido
para instalar niveles discursivos provocadores, y en el ánimo de personajes
importantes del partido de tres colores crece la convicción de que el curso
posterior a las elecciones debe ser resuelto mediante la aplicación de la
fuerza, a través de sus vertientes institucionales o de la
militanciaenardecida, deseosa ya de defender el triunfo de la carta mexiquense que los adversarios repudian mientras la base social priísta ha sido
inmovilizada.
Y, en un lance que paradójicamente debería abonar en favor de la misma
anulación buscada por la izquierda, ese PRI urgido de pasar a la ofensiva trata
de emparejar la situación en cuanto a financiamientos en entredicho al acusar a
Andrés Manuel López Obrador de haber hecho campaña durante seis años con
recursos provenientes de triangulaciones y asignaciones presupuestales
relacionadas con gobiernos perredistas.
Pleito ratero, es la etiqueta popular más adecuada para el arrebato de los
priístas. Denuncias a destiempo que revelan preocupación en las alturas.
Material sembrado para uso mediante pauta comercial de comentaristas y
opinantes. Intento de venganza pecuniaria despechada: el que a dinero mata, ¿a
dinero muere?
Y, mientras la ley de víctimas duerme el sueño de los jurisconsultos, ¡hasta
mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio
Astillero
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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